Foto: Elaboración propia con fotos de: Izq. Pañuelazo de Wotancito - Own work, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=71835978; Der. Twitter, @SoyZayan
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Después de la aprobación de la ley del aborto por los legisladores del Congreso de Oaxaca, unos están de plácemes y otros “lloran” y se lamentan. Mucha tinta ha corrido en los últimos años por tan controvertido tema. Un asunto de gran envergadura y de no fácil solución.

Hablar del aborto genera todo tipo de comentarios. Los que están a favor argumentan el derecho que toda mujer tiene para decidir sobre su cuerpo. Los que están en contra alegan que se está dando muerte a un ser vivo y que está indefenso. Sin embargo, sobre la vida y la muerte no nos toca disponer. Porque la vida es un don, un regalo, y sobre la muerte no tenemos control, ya que nadie sabe ni el día ni la hora que nos va a llegar.

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Entonces, ¿a qué viene tanto encono por un tema que se escapa de nuestro control? El problema del aborto no es cuestión de legislar “en contra” o “a favor”. Es mucho más complejo. Pero ¿por qué aborta una mujer? Las razones pueden ser muchas: violación y no querer llevar en su seno un producto no deseado, falta de recursos económicos, malformación del feto y un sinfín de otras situaciones.

También es verdad que países en vías de desarrollo y con políticas públicas que poco favorecen a la población de escasos recursos tienen que recurrir a técnicas para abortar, que en muchos casos llevan a la muerte de la mujer que se somete a dichas prácticas. Esta es una de las banderas que esgrimen las feministas para que se promuevan leyes a favor de los derechos sexuales de las mujeres.

Otro factor de los que están a favor del aborto es el alto índice de embarazos no deseados en adolescentes y jóvenes. La danza de las cifras es desconcertante. Unos ofrecen datos sacados de estadísticas que más bien parecen hechos a modo del que las solicita; otros, solo hacen repeticiones de lo que leen o escuchan en diferentes foros.

Como vemos, adentrarnos en lo que también le denominamos “interrupción del embarazo” no es terreno fácil. Por el contrario, como se ha dicho, es muy complejo, ya que interactúan muchos factores de la psicología humana y, sobre todo, criterios y conceptos del orden moral y ético.

Poco se ha dicho del gran negocio que representa un embarazo. No tanto por el costo del mismo, que variará de un lugar a otro y de acuerdo con el nivel socio-económico de quien lo solicita. Nos referimos, más bien, al uso que hacen las clínicas abortivas con las placentas y otras partes del producto que han abortado. Se sabe que la industria de los cosméticos son los principales destinatarios de estas acciones.

No es el momento ni el espacio aquí para dar datos y cifras exactas, pero se ha venido escuchando años atrás que este negocio del aborto representa un valor de más de 50 mil millones de dólares alrededor del mundo. Tal vez sea más o sea menos, lo que sí podemos asegurar es que con la interrupción del embarazo se hace negocio y, probablemente, sin que lo sepa la misma persona que lo solicita.

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Foto: Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires – CC BY-SA 4.0, Wikimedia

¿Qué decir de la responsabilidad moral? Es frecuente toparse uno con mujeres adultas, incluso de la tercera edad, que llevan en su conciencia un remordimiento moral que les impide vivir en plenitud, porque en algún momento de su vida les practicaron un aborto. Incluso, mujeres que tienen un credo religioso no son capaces después de haberse confesado con sacerdotes “una y mil veces” de sentir la carga psicológica y moral de lo que hicieron atrás, que suele coincidir, generalmente, en los años de su juventud.

De todo ello se deduce que no podemos plantear: “aborto sí” o “aborto no”. Ya que reducimos el tema a un criterio de “votos en un Congreso local o federal. Y con la consiguiente división de la opinión pública, creando antagonismos de toda clase, aún dentro de las mismas familias.

Es verdad que muchas de las legislaciones locales en los estados penalizan a la mujer que aborta. Eso no es justo. Porque si nos remitimos a alguna de las causas por las que una mujer tiene tomar una decisión de esta categoría, nos atreveríamos a decir que ninguna de ellas debería poner un pie en la cárcel. No es nuestro deseo justificar aquí el aborto, pero en la mayoría de las situaciones en las que se da, la mujer se encuentra sola, sin apoyo de nadie y sin saber a quién recurrir. Para colmo del caso, muchas veces denigrada por la propia familia y la misma sociedad.

Pocos, o casi nadie, apoyan a una mujer que se ve en el extremo de realizar algo que ella misma ni siquiera está convencida de hacerlo. De ahí que tanto los gobiernos, federal, estatal, municipal e incluso organizaciones civiles deberían fomentar políticas públicas de apoyo a la mujer que quiere tomar la iniciativa de abortar.

Sería deseable, en primer lugar, informar y formar sobre las consecuencias de realizar un acto como ese. En segundo lugar, ofrecerle alternativas, tanto económicas, psicológicas y también religiosa, si es que decide continuar con dicha acción. En tercer lugar, y esto le correspondería al gobierno, agilizar los trámites de adopción y sacar leyes que favorezcan a las parejas que deseen adoptar sin tanto requisito como el que ahora existe. Sin embargo, es fundamental favorecer una educación sexual responsable en la familia y en las escuelas.

México es una sociedad que se centra en la familia. En ella aprendemos los valores de la vida, como pueden ser: el cuidarla, protegerla y amarla. Cuando destruimos la vida, destruimos un “poco” nuestra esencia. De ahí que la vida de un ser que viene en camino no nos pertenece porque no somos dueños de esa vida, pero sí somos responsables de su desarrollo. El don de la vida es inapreciable. Demos gracias por tener la oportunidad de haber vivido y contribuido al bienestar de los que nos rodean.