Michael J. Garanzini, S. J., secretario de Educación Superior de la Compañía de Jesús Foto:Alberto Hernandez (IBERO)

Michael J. Garanzini, secretario de Educación Superior de la Compañía de Jesús.

Una universidad católica y jesuita no teme comprometerse donde hay dolor y sufrimiento, pero su papel no sólo es el de reconfortar, sino el de actuar para modificar el entorno, dijo Michael J. Garanzini, secretario de Educación Superior de la Compañía de Jesús, durante su ponencia Un puente sobre las aguas turbulentas: Las universidades jesuitas en la era de fragmentación, en la Universidad Iberoamericana.

Estas instituciones son “el lugar privilegiado en el que podemos atrevernos a decir que estamos aquí para transformar el mundo y sólo podremos hacerlo si nos transformamos unos a otros”, agregó Garanzini durante su exposición, que forma parte de la conferencia internacional Universidades jesuitas: hacia la transformación del mundo.

La vocación, entonces, es intervenir en la realidad, porque “amar significa actuar y no simplemente señalar la naturaleza de estas fuerzas para bien o para mal”, por lo que se necesita de compromiso y el pronunciamiento cuando sea necesario, pues está en juego el uno y los otros, explicó el padre.

“Suponen que estamos motivados por la misma compasión trinitaria que se mueve desde la observación a una profunda necesidad de intervenir para restablecer lo que se ha roto, para hacer que la codicia y el egoísmo sean menos atractivos y menos necesarios”. En otras palabras, el desafío es enfocar nuestras energías y recursos para una misión de reconciliación y justicia, apuntó

La universidad jesuita del futuro tiene la tarea de acercar a los procesos solidarios del trabajo académico entre sí y hacia los que están sufriendo, es decir, debe formar a los estudiantes y a los docentes para erradicar con propuestas comunitarias a las “hambres” que fragmentan al mundo.

“La universidad es el lugar donde estamos llamados a co crear, edificar y corregir. Es el lugar donde Dios está trabajando en las personas y sus luchas, y donde los que trabajan para allanar la pobreza, la marginación e injusticias se dan cuenta de que lo hacen en la viña del Señor”, pues todas las instancias jesuitas están llamadas a convertirse en comunidades de discernimiento.

Enfatizó que hay cuatro problemas que enfrentamos en el mundo actual, como los desafíos del diálogo y la comprensión interreligiosa, aspectos secuestrados por las fuerzas extremistas; otro lastre es el retroceso creciente de la democracia, el ascenso de los líderes populistas y una clase política más interesada en las ganancias que por el bien común.

Existe el desafío de modificar esta crisis de la injusticia económica y la degradación ambiental; mientras que el cuarto problema trata sobre la tragedia de la migración económica humana, los refugiados que huyen de las guerras, la violencia y el tráfico de personas. Estos obstáculos son, como dijo el Papa Francisco, producto de la ‘economía de exclusión’ y una ‘sociedad del desecho’.

El “hambre” que nos mueve

El padre Michael J. Garanzini recordó que existen al menos cinco “hambres” que nos motivan a actuar, “cosas en nuestro interior que despiertan este trabajo solidario”:

Hambre por un conocimiento integrado: para comprender los fenómenos y resolver preguntas es necesaria la perspectiva desde diferentes disciplinas.

Hambre de una brújula moral: necesitamos fundamentos éticos y métodos de discernimiento para enfrentar las disyuntivas de nuestras disciplinas y profesiones.

Hambre de una comunidad genuina: valoramos y anhelamos un verdadero compromiso en torno a intereses comunes, con el fin de mejorar la situación humana.

Hambre de un paradigma global: una explicación, historia, imagen o teoría que impulse el hecho de que somos una familia humana; luchar contra el etnocentrismo, el populismo, la demagogia y el nacionalismo.

Hambre de una espiritualidad adulta: buscar siempre una espiritualidad para enfrentar los tiempos difíciles y confusos.

Finalmente, el secretario de Educación Superior de la Compañía de Jesús dijo que “la universidad jesuita del futuro es una comunidad donde estas hambres son alimentadas. Es un lugar que es consciente del hecho de que éstos son los verdaderos motivadores de nuestro comportamiento. Necesita administradores, profesores y estudiantes deseosos de debatir, reflexionar, ahondar en el asunto que nos ocupa y finalmente decidir para qué nos han llamado”.