El Instituto para las Obras de Religión (IOR) hizo público este lunes 8 de junio el informe anual correspondiente al año 2019.

VÉASE: http://www.ior.va/content/ior/en/media/annual-report/annual-report-2019.html

Los estados financieros de 2019 fueron auditados por la firma auditoría Mazars y se caracterizan no solo por el cumplimiento de los más altos estándares internacionales, sino también por el compromiso de asegurar la adhesión plena y continua a los principios y la doctrina Social de la Iglesia.

Los estados financieros del IOR fueron aprobados por unanimidad el 28 de abril de 2020 por el Consejo de Superintendencia que, de acuerdo con el Estatuto, transmitió el documento a la Comisión cardenalicia destacando la solidez y la alta calidad de los datos financieros y su conformidad con los más altos estándares internacionales.

De acuerdo con las indicaciones del papa Francisco, también este año la Comisión de Cardenales ha deliberado sobre la distribución integral de los beneficios.

Datos de 2019

Los datos financieros claves incluyen: depósitos de clientes por 5,100 millones de euros (en 2018 fueron 5 mil millones), de los cuales 3,400 millones se relacionan con activos bajo gestión y custodia de valores; 38,0 millones de beneficio neto (17,5 millones  en 2018), resultado del proceso de inversión basado en el riesgo y coherente con la ética católica aplicada a la gestión de sus activos; 630,3 millones de euros el patrimonio al 31 de diciembre de 2019, al neto de la distribución de beneficios.

Además, el Instituto mantiene un alto nivel de liquidez con un índice de cobertura de liquidez de LCR  del 443% y un índice de financiación de NSFR estable del 1008%.

Finalmente, la nota señala que en 2019, el IOR siguió fortaleciendo el “equipo” de gestión del Instituto y aumentó las inversiones en tecnología de la información, incluidas las relacionadas con la entrada en el sistema de pagos europeo de la SEPA (zona única de pagos en euros).

¿Qué es el IOR?

Conocido durante mucho tiempo como el Banco del Vaticano. En otros tiempos se le denominó el Banco del Papa o el Banco de Dios. Tiene su sede en la Ciudad del Vaticano y fue fundado por Pío XII en 1942.

Su objetivo es servir a la Santa Sede y a la Iglesia Católica en el mundo entero, como establece su estatuto; por lo tanto no tiene fines de lucro.

El IOR protege el patrimonio de un grupo claramente definido de personas físicas y jurídicas con afiliación a la Iglesia Católica tal y como lo define el derecho canónico o el derecho del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Cuenta con 114 empleados y tiene su sede exclusivamente en el territorio soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Administra fondos por miles de millones de euros y cuenta con miles de usuarios, de los cuales una gran parte son instituciones católicas, que tienen la titularidad de más de 85 por ciento de los fondos administrados.

La mayoría de los titulares de depósitos son italianos, polacos, franceses, españoles y alemanes.

El primer informe del Instituto ocurrió en octubre de 2013, bajo el pontificado del papa Francisco, y así ha continuado durante todo su pontificado…

A principios de la década de los 80, el IOR se vio involucrado en el escándalo de la quiebra del Banco Ambrosiano de Roberto Calvi, encontrado ahorcado bajo un puente de Londres en 1982.

Gracias a ello Juan Pablo II decidió reformar el banco vaticano para dotarlo de una mayor transparencia y rigor en su gestión y el arzobispo estadunidense Paul Casimir Marcinkus, que presidía el IOR fue destituido.

Marcinkus manejó durante casi 20 años —desde 1972 hasta su retirada en 1989— el IOR; la autonomía e independencia de que gozaba desde 1942 esta institución permitió al arzobispo una gran libertad de movimientos.

Esta autonomía se tradujo en los oscuros contactos que mantuvo con los banqueros italianos Michele Sindona (asesor financiero de Pablo VI) y Roberto Calvi, cuyas aventuras financieras internacionales culminaron con la quiebra de sus bancos, en especial El Ambrosiano de Milán.

El fraude dejó un agujero de mil 400 millones de dólares de entonces y muchos muertos.

Marcinkus que aparece reflejado en el filme El Padrino III.

El colapso del Banco Ambrosiano fue el peor escándalo que sacudió a la Iglesia católica bajo Juan Pablo II, que implicó alegatos de vínculos sospechosos con la mafia italiana y la oscura logia masónica P-2 (Propaganda dos).

El jefe del Banco Ambrosiano Roberto Calvi huyó de Italia luego de que se declarara la bancarrota del banco y tiempo después lo hallaran ahorcado en Londres en junio de 1982.

Tráfico de armas, evasión de divisas, blanqueo de dinero y la quiebra del banco dejaron el paso a la mafia como protagonista del crimen.

La trasparencia es característica del papado de Francisco.

Hace unos días el Vaticano ordenó el  arrestó de Gianluigi Torzi, un broker italiano involucrado en el escándalo por la millonaria compra realizada por la Secretaría de Estado de un edificio en Londres.

Un comunicado de la Sala de Prensa de la Santa Sede consignó que al término de un interrogatorio realizado por el promotor de Justicia del tribunal del Vaticano, Torzi, acompañado por sus abogados, fue detenido en el cuartel general de la Gendarmería del Vaticano.

Torzi, hombre de negocios italiano residente en Londres, fue contratado por la Secretaría de Estado del Vaticano para operar como intermediario en una oscura inversión por 200 millones de dólares de un edificio en Londres, ocurrida en 2013. En la operación Torzi habría cobrado una comisión de 10 millones de dólares, según el periódico Corriere della Sera.

No se dieron a conocer detalles, sólo se informó que su arrestó tuvo que ver con “los conocidos episodios relacionados con la compraventa de un inmueble londinense en Sloan Avenue, que involucraron una red de sociedades en las que figuraban algunos funcionarios de la Secretaría de Estado”.

Torzi es acusado “por varios episodios de extorsión, peculado, fraude agravado y reciclaje, delitos por los cuales la ley vaticana prevé penas de hasta 12 años de reclusión”.