A propósito de la tan “traída y llevada” iniciativa de la Ley de Asociaciones Religiosas, la “pobre” senadora por Zacatecas, Soledad Luévano, ha llevado todo tipo de acusaciones, pero ya se hizo conocida. Lo más triste de esto es que sus propios compañeros de bancada, es decir, los “morenos”, y no por el color de su piel, ni entienden, ni escuchan y se dejan llevar por “cantos de sirena” y lo que hacen es “vociferar” como vendedores de mercado.

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En torno al tema quisiera puntualizar algunos aspectos que me parecen importantes. En primer lugar, esta iniciativa se turnó a las comisiones de Gobernación y Estudios Legislativos. Ahí se estudiará y se harán las propuestas correspondientes. Lo que significa que puede ser modificada y ampliada en algunos aspectos.

Este miércoles aparece en el periódico El Universal un artículo donde dice que la propuesta de reforma a Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público plantea eliminar de la norma el principio histórico de la separación del Estado e Iglesias, en la que está fundada. Parece que no leyeron bien o fue una interpretación a modo y por intereses.

En diferentes apartados de la iniciativa no deja de mencionar este principio de separación. A las Iglesias no les interesa que se quite este principio por la importancia que tiene para los mexicanos. El Estado debe ser laico, porque de este modo servirá mejor a los ciudadanos.

Lo que pretende esta iniciativa es dejar atrás la simulación, es decir, “el sí, pero no” que tanto mal nos hace en este país. Es el caso de los servidores públicos que oficialmente no pueden participar en actos de culto público, pero que sí asisten y, no pocas veces, pensando que les puede caer la pena correspondiente si sus superiores así lo determinan. Esto es otra de las grandes simulaciones de un país tercermundista y jacobino.

En lo que respecta a los medios de comunicación, la mayoría de las Iglesias los usa de una forma u otra. Bien sea por medio de las redes sociales y canales privados de TV. Pero cuando se quiere hacer una transmisión de culto, sobre todo en la televisión, se debe pedir permiso a Gobernación con toda la burocracia que eso conlleva. Claro está que siempre se otorga dentro de las normas establecidas. Entonces, ¿para qué tanta burocracia y gasto de energías?

En el ámbito del desarrollo social, también, de una forma u otra, las Iglesias participan en campañas de salud, etcétera. Un ejemplo concreto lo hemos visto en el Gobierno de la CdMx con el programa de desarme voluntario: donde se han llevado a cabo casi todos los operativos de entrega de armas, ha sido en los atrios de las Iglesias.

En los censos de población, ¿qué podemos decir? Las Iglesias han colaborado para que la gente dé los datos correspondientes y no tengan miedo. Así, un sinfín de otros asuntos. La ley lo “prohíbe”, pero la realidad se impone. ¿No es otra simulación más?

No es verdad que las Asociaciones Religiosas, como dice El Universal, quieran “usar” en forma exclusiva bienes de propiedad de la nación. A no ser que se refiera a los templos, que son de la nación y que están dados en administración a las Iglesias para el culto y los fines propios de las Iglesias.

Referente a la atención espiritual en los centros de salud o de reinserción social, estancias migratorias o incluso en instalaciones de las Fuerzas Armadas, que no es lo frecuente, ¿de qué se escandalizan? Se hace hoy, se hizo ayer y se hará también en el futuro, porque el mexicano es espiritual por naturaleza y siempre busca el apoyo y guía de quien los puede ayudar.

Lo que se busca es “de una vez por todas” dejar la simulación, como venimos diciendo. En absoluto se plantean cambios al primer artículo de la ley para eliminar el “principio histórico de la separación del Estado y las Iglesias”.

Como bien ha dicho el Presidente: el Estado debe ser siempre laico. Y lo reafirmó en algunas declaraciones el cardenal Carlos Aguiar Retes apoyando lo dicho por Andrés Manuel López Obrador.

Otra cosa es que la ley de Asociaciones Religiosas se funde en el derecho humano a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión. Lo que no obsta el principio de separación Iglesias-Estado.

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Parece que también crea algún problema el que se plantee la objeción de conciencia para abstenerse de actuar en aquello “que contravenga a sus convicciones éticas”. Es un derecho natural la “objeción de conciencia” y siempre se salvaguardará lo que respecta al Estado.

Ni qué decir de la compra de bienes inmuebles para servicio de las Asociaciones Religiosas. Hasta ahora, todo era un trámite de “papeleo” donde estas asociaciones deberían demostrar que necesitaban dicho inmueble para cumplir sus objetivos. ¿Quién lo dudaría?

Lo que venía sucediendo y, sucede, es que de nueva cuenta se simulaba o se hacía uso de “prestanombres” para adquirir el bien inmueble. Qué mejor que el Registro Público tenga el directorio de los bienes que poseen las Asociaciones Religiosas.

Parece que esto escandaliza a mentes “obtusas” de algunos individuos cuando una Asociación Religiosa puede comprar o vender bienes inmuebles. Se hace de “mil y una formas”, ¿por qué tanta extrañeza?

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Sigue diciendo el artículo de El Universal que existe rechazo de académicos y personajes de la sociedad civil. Claro que habría que preguntarle al periódico cuáles son esos académicos y otros personajes, porque serán los mismos de siempre a quienes les dan voz para criticar y, si pueden, echar abajo cualquier iniciativa que a ellos no les interese.

De ahí que el coordinador de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, salió a decir que “todas voces serán escuchadas”. Palabras sensatas del legislador.

 

Lo que no se vale es sacar de contexto “frases” que se pueden interpretar según a cada quien le convenga. Dejemos la simulación, como hemos venido diciendo.

Y como bien dijo la senadora que presentó la iniciativa, que “la complejidad de la sociedad y del contexto internacional que nos rodea exige un nuevo y respetuoso diálogo intercultural, un reconocimiento más amplio de la libertad y también del diálogo interreligioso”.

México vive otros tiempos. No nos quedemos atrapados en el pasado. Todos debemos sincerarnos y adaptarnos a estas nuevas realidades.