Como suele ser habitual antes de emprender un viaje apostólico fuera de Italia, el Papa Francisco encomendó su visita a Lituania, Letonia y Estonia a la Virgen en la Basílica de Santa María la Mayor en Roma.

El avión Alitalia A320 que lo transportó despegó del Aeropuerto Internacional de Roma-Fiumicino a las 7: 40 horas; su destino: el aeropuerto Internacional de Vilnius, a donde arribó a las 11:30 horas local.

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Y como es costumbre, fue a saludar de mano a los enviados de los medios de comunicación que lo acompañan en el vuelo papal.

Después de la presentación de su vocero, Greg Burke, el Papa dirigió algunas palabras a los periodistas, como siempre no hubo preguntas.

Greg Burke: Buenos días, Santo Padre, bienvenido. Ha llegado a 25 viajes internacionales, ¿lo sabía? Muchos periodistas, creo, o al menos varios, han hecho todos los viajes; para otros es un nuevo viaje, el primer viaje, incluidos nueve periodistas de los Países Bálticos. Aprovecho para recordarles a todos que es un momento de saludo rápido. Quizás usted quiera decir algo antes.

Papa Francisco: Buenos días. Muchas gracias por vuestra compañía, por la ayuda de este viaje, el servicio, para informar a la gente que sigue el viaje y que tiene algún interés. Son tres países que se parecen pero son diferentes, y será un buen trabajo, para vuestra atención, ver las similitudes y diferencias. Tienen una historia común y también diferente. ¡Y será hermoso! ¡Muchas gracias!

Otra costumbre es que al salir del territorio de Italia el Santo Padre envía mensajes telegráficos al presidente de la República Italiana, Hon. Sergio Mattarella, en la que ofrece “al Señor Presidente y a todos los italianos mi afectuoso saludo que acompaño con mi mayor y cordial deseo de paz y serenidad”.

También durante el vuelo y al pasar por Croacia, Hungría, Eslovaquia y Polonia, el Santo Padre envió a los respectivos Jefes de Estado un saludo.

Al llegar a Vilna, el Papa fue recibido por la Presidenta de la República de Lituania, Dalia Grybauskaitéová, junto con las autoridades civiles y eclesiásticas del país. Junto a ellos, dos niños vestidos con trajes tradicionales le ofrecieron al Papa un ramo de flores.

Finalizada la ceremonia de bienvenida, el Papa Francisco se trasladó al Palacio Presidencial para realizar una visita de cortesía y firmar el Libro de Honor y el intercambio de regalos.

Francisco y la presidenta tuvieron un encuentro privado, al final fue el Encuentro con las Autoridades, la Sociedad Civil y el Cuerpo Diplomático.

Después de las palabras de saludo de la presidenta, el Papa pronunció su discurso.

“Le agradezco, señora presidenta, las cordiales palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre propio y de su pueblo. En usted quiero saludar, en primer lugar, a todo el pueblo lituano que hoy me abre las puertas de su hogar y de su patria. A todos vosotros mi afecto y sincero agradecimiento.

Esta visita se desarrolla en un momento particularmente importante de vuestra vida como nación, al celebrarse los 100 años de la declaración de independencia.

Un siglo marcado por múltiples pruebas y sufrimientos que han tenido que sobrellevar (detenciones, deportaciones, incluso el martirio). Celebrar los cien años de independencia significa detenerse un poco en el tiempo, recuperar la memoria de lo vivido para tomar contacto con todo aquello que los ha forjado como nación y encontrar allí las claves que les permitan mirar los desafíos presentes y proyectarse hacia el futuro, en un clima de diálogo y de unidad con todos sus habitantes, de manera que nadie quede excluido.

Cada generación está llamada a hacer suyas las luchas y los logros pasados y honrar en su presente la memoria de sus mayores. No sabemos cómo será el mañana; lo que sí sabemos es que a cada época le corresponde conservar el “alma” que la construyó y ayudó a transformar toda situación de dolor e injusticia en oportunidad, además de conservar viva y eficaz la raíz que dio los frutos de hoy. Este pueblo tiene un “alma” fuerte que le permitió resistir y construir. Y así dice vuestro himno nacional: «Que tus hijos desde el pasado extraigan fortaleza» para mirar el presente con valentía.

Durante su historia, Lituania supo hospedar, acoger y recibir pueblos de diversas etnias y religiones. Todos han encontrado en estas tierras un lugar para vivir: lituanos, tártaros, polacos, rusos, bielorrusos, ucranianos, armenios, alemanes; católicos, ortodoxos, protestantes, viejos católicos, musulmanes, judíos… han vivido juntos y en paz hasta que llegaron las ideologías totalitarias que quebraron la capacidad de albergar y armonizar las diferencias sembrando violencia y desconfianza.

Extraer fuerzas del pasado es recuperar la raíz y mantener siempre vivo lo más auténtico y original que vive en vosotros y que os ha permitido crecer y no sucumbir como nación: la tolerancia, la hospitalidad, el respeto y la solidaridad.

Mirando el escenario mundial que nos toca vivir, en el que crecen las voces que siembran división y enfrentamiento —instrumentalizando muchas veces la inseguridad o los conflictos— o que pregonan que la única manera posible de garantizar la seguridad y la subsistencia de una cultura nace buscando eliminar, cancelar o expulsar a las otras, vosotros lituanos tenéis una palabra autóctona que aportar: “albergar las diferencias”.

Por medio del diálogo, de la apertura y la comprensión estas pueden convertirse en puente de unión entre el oriente y el occidente europeo. Este puede ser el fruto de una historia madura, que como pueblo ofrecéis a la comunidad internacional y en particular a la Unión Europea. Vosotros habéis sufrido en carne propia los intentos de imponer un modelo único, que anulase lo diverso con la pretensión de creer que los privilegios de algunos pocos estén por encima de la dignidad de los otros o del bien común.

En este sentido, extraer fortaleza del pasado es prestar atención a los más jóvenes, que no sólo son el futuro, sino el presente de esta nación, siempre y cuando permanezcan unidos a las raíces del pueblo. Un pueblo donde los jóvenes encuentran espacios para desarrollarse y trabajar, les ayudará sentirse protagonistas de la construcción del entramado social y comunitario.

Eso posibilitará a todos alzar la mirada con ilusión hacia el mañana. La Lituania que soñáis se juega en la búsqueda incansable por promover todo tipo de políticas que incentiven la participación activa de los más jóvenes en la sociedad.

Sin duda, eso será semilla de esperanza, puesto que aportará a un dinamismo en el que el “alma” de este pueblo seguirá gestando hospitalidad:

hospitalidad hacia el extranjero, hospitalidad hacia los jóvenes, hacia los ancianos, que son la memoria viva, hacia el pobre, en definitiva, hospitalidad al porvenir.

Le aseguro señora presidenta que pueden contar —como hasta ahora— con el esfuerzo y el trabajo mancomunado de la Iglesia Católica, para que esta tierra pueda cumplir su vocación de ser tierra puente de comunión y esperanza.