El papa Francisco recibió este martes 22 de noviembre  audiencia a los participantes del Congreso Judío Mundial;  en su mensaje es dijo que toda guerra “es siempre, en cualquier caso y en todas partes, una derrota para toda la humanidad”.

Y aprovechó para insistir en el tema Ucrania..”Pienso en la de Ucrania, una gran y sacrílega guerra que amenaza a judíos y cristianos por igual, privándolos de sus seres queridos, de sus casas, de sus bienes, ¡de sus propias vidas!”.

Este fue el mensaje completo que les compartió en italiano.

Queridos representantes del Congreso Judío Mundial, ¡les doy mi fraterna bienvenida! Gracias, Embajador Lauder, por sus amables palabras. Esta visita testimonia y fortalece los lazos de amistad que nos unen: desde el Concilio Vaticano II, vuestra organización dialoga con la Comisión para las Relaciones Religiosas con los Judíos y organiza desde hace años conferencias de gran interés.

Judíos y católicos, compartimos tesoros espirituales invaluables. Profesamos la fe en el Creador del cielo y de la tierra, que no sólo dio a luz a la humanidad, sino que modeló a cada ser humano a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 26). Creemos que el Todopoderoso no permaneció distante de su creación, sino que se reveló, no comunicándose solo con algunos, en forma aislada, sino dirigiéndose a nosotros como pueblo. Por la fe y la lectura de las Escrituras transmitidas en nuestras tradiciones religiosas, podemos entrar en relación con él y convertirnos en colaboradores de su voluntad providente.

Los judíos y los católicos tienen “en común tesoros espirituales inestimables”, profesan “la fe en el Creador del cielo y de la tierra” y creen que “el Omnipotente no ha permanecido alejado de su creación, sino que se ha revelado”.

También tenemos una mirada similar al final, habitada por la confianza de que, en el camino de la vida, no vamos hacia la nada, sino hacia el Altísimo que nos cuida, hacia Aquel que nos prometió, al final de días, un reino de paz eterna, donde terminará todo lo que atente contra la vida y la convivencia humana. Nuestro mundo está marcado por la violencia, la opresión y la explotación, pero todo esto no tiene la última palabra: la promesa fiel del Eterno nos habla de un futuro de salvación, de un cielo nuevo y de una tierra nueva (cf. Is 65). :17-18; Ap 21:1) donde la paz y la alegría tendrán una morada estable, donde la muerte será eliminada para siempre, donde Él enjugará las lágrimas de todo rostro (cf. Is 25,7-8), donde habrá no haya más luto, lamentación y dolor (ver Ap 21:4). El Señor realizará este futuro, más aún, Él mismo será nuestro futuro. Y aunque hay ideas diferentes en el judaísmo y el cristianismo sobre cómo será ese cumplimiento, la promesa reconfortante que tenemos en común permanece. Alimenta nuestra esperanza, pero no menos nuestro compromiso, para que el mundo que habitamos y la historia que vivimos reflejen la presencia de Aquel que nos ha llamado a ser sus adoradores y custodios de nuestros hermanos.

Queridos amigos, a la luz del patrimonio religioso que compartimos, miremos el presente como un desafío que nos une, como una exhortación a actuar juntos. Nuestras dos comunidades de fe tienen encomendada la tarea de trabajar para que el mundo sea más fraterno, luchando contra las desigualdades y promoviendo una mayor justicia, para que la paz no se quede en una promesa del otro mundo, sino que ya sea una realidad en este. Sí, el camino de la convivencia pacífica comienza con la justicia que, junto con la verdad, el amor y la libertad, es una de las condiciones fundamentales para una paz duradera en el mundo (cf. Juan XXIII, Carta encíclica Pacem in terris, 18.20.25). ¡Cuántos seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, están desfigurados en su dignidad, por una injusticia que desgarra el planeta y representa la causa de fondo de tantos conflictos, el pantano en el que se estancan las guerras y las violencias! Aquel que ha creado todo según el orden y la armonía, nos invita a recuperar este pantano de injusticia que está hundiendo la convivencia fraterna en el mundo, tanto como la devastación ambiental compromete la salud de la tierra.

Las iniciativas comunes y concretas encaminadas a promover la justicia requieren valentía, colaboración y creatividad. Y se benefician mucho de la fe, de la capacidad de confiar en el Altísimo y de dejarse guiar por Él, más que por meros intereses terrenales, que son siempre inmediatos y no previsores, particulares e incapaces de abarcar el todo. En cambio, la fe nos despierta el pensamiento de que todo hombre es imagen y semejanza del Altísimo, llamado a emprender el camino hacia su reino. Las Escrituras, pues, nos recuerdan que poco o nada podemos hacer si Dios no nos da fuerza e inspiración: “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles” (Sal 127, 1). En otras palabras, nuestras iniciativas políticas, culturales y sociales para mejorar el mundo -lo que llamáis “Tiqqun Olam”- no pueden tener el éxito esperado sin la oración y la apertura fraterna a las demás criaturas en nombre del único Creador, que ama la vida. y bendice a los pacificadores.

Hoy, hermanos y hermanas, en muchas regiones del mundo la paz está amenazada. ¡Reconozcamos juntos que la guerra, cualquier guerra, es siempre, como sea y en todas partes, una derrota para toda la humanidad! Pienso en la de Ucrania, una gran y sacrílega guerra que amenaza a judíos y cristianos por igual, privándolos de sus seres queridos, de sus casas, de sus bienes, ¡de sus propias vidas! Sólo en la voluntad seria de acercamiento y en el diálogo fraterno es posible preparar el terreno para la paz. Como judíos y cristianos, tratamos de hacer todo lo humanamente posible para detener la guerra y abrir caminos de paz.

Queridos amigos, muchas gracias por esta visita; que el Altísimo, que tiene “planes de paz y no de infortunio” (Jer 29,11), bendiga vuestras buenas obras. Que os acompañe en vuestro camino y os guíe juntos por el camino de la paz. Shalom!