La sagrada familia y nuestra familia
La sagrada familia y nuestra familia

La liturgia de la Iglesia dedica el domingo siguiente al día de Navidad para proponer los cristianos el recuerdo de la familia de Jesús como el modelo cabal y el mejor ejemplo de lo que debe ser y cómo debe ser una familia perfecta, lo cual tiene su lógica porque si estamos recordando a la Virgen María, a San José y al Niño Jesús ¿qué familia más ejemplar podemos proponer a los cristianos y, en general, a cualquier sociedad donde la institución familiar esté vigente? Lo cual —si todo este asunto se piensa desde las convicciones de un creyente— resulta bastante razonable.

Sin embargo, todo esto entraña también un problema. El problema consiste en que esta “idealización” de la “Sagrada Familia” es eso: una representación ideal. Pero ¿responde ese ideal a la realidad o, más bien, responde a lo que las personas de mentalidad más conservadora quisieran que fuera lo real?

Ya en los evangelios de la Infancia se relatan cosas que, si sucedieron tal como se relatan, fueron hechos que tuvieron que trastornar la convivencia, si es que era una familia de seres humanos. María se quedó embarazada sin saberlo su esposo, José. Este hombre estuvo a punto de abandonar a su mujer. Cuando nació el niño, enseguida se vieron amenazados hasta el punto de tener que huir como fugitivos a un país lejano, donde estuvieron y no se sabe el tiempo.

Además, la huida a Egipto se solía hacer en la Antigüedad de manera que aquello era lo que se llamaba la “anochóresis”, que era la fuga al desierto de quienes eran perseguidos por las autoridades. Eran auténticos “fugitivos”.

Y cuando ya vivía en Nazaret, sucedieron cosas que no se comprenden fácilmente, por ejemplo, que el niño se quedara en Jerusalén sin decir nada a sus padres, cosa que estos no comprendieron.

Lo más grave que ocurrió en esta familia se hizo patente y notorio cuando Jesús dejó su casa y su familia. Y se puso a decir y hacer cosas que las autoridades religiosas vieron que eran un peligro y un asunto grave. Por eso, sus parientes decían de Jesús que estaba loco (Mc 3,21) y no creyeron en él (Jn 7,5), de forma que hasta lo despreciaron cuando volvió a su pueblo, a Nazaret (Mc 6,1-6) y hasta los vecinos del pueblo quisieron matarlo (Lc 2,22-30).

Con los datos que acabamos de mencionar, podemos ver que la familia de Nazaret no tuvo una vida tan fácil y, como cualquier familia, tuvo muchas dificultades. Solamente cuando se tiene clara una misión será entonces factible superar las “mil y una dificultades” que nos podremos encontrar en la vida. Estamos seguros de que la Sagrada Familia tenía clara su misión: hacer la voluntad de Dios.

La situación que vivió la familia de Nazaret nos hace pensar en nuestras familias de hoy. Lo más importante es proteger la institución familiar, porque está demostrado que donde la familia entra en crisis, en la medida en que se descompone, por eso mismo el tejido social se desintegra.

Esto se traduce, ante todo, en fenómenos incesantes de violencia en todas sus formas. De ahí que lo más necesario es que la institución familiar esté protegida mediante leyes y políticas públicas, que garanticen los derechos de las personas. Y, junto a esto, es decisivo que la educación esté bien pensada y gestionada para que los niños que nacen se puedan integrar debidamente en la sociedad y para que la convivencia resulte humanamente posible en un espacio de respeto, tolerancia, estima y afecto.

Para lograr esta finalidad es de suma importancia:

  1. La igualdad efectiva de derechos de los cónyuges.
  2. Que ambos cónyuges gocen de la debida autonomía económica para que la mutua convivencia nunca esté motivada por intereses de dinero.
  3. Los padres son los que deben decidir sobre sus hijos menores y la manera de educarlos.
  4. Cuidar el respeto de todos hacia todos en el grupo familiar.
  5. Es fundamental mantener siempre la más clara transparencia en los asuntos que conciernen a la economía del grupo y a las relaciones personales.
  6. Lo determinante ha de ser siempre la “relación pura”, basada en la comunicación emocional, en la que las recompensas derivadas de esa forma de comunicación son la base primordial para que la unidad familiar se mantenga.
  7. Todo esto, debidamente entendido y realizado, es lo que, con realismo práctico, hoy se puede entender como es el amor que une a las personas y hace posible la felicidad.

Celebrar la Sagrada Familia es saber que en esta vida no estamos solos, aun en los momentos más difíciles y complicados porque, como la familia de Nazaret, sabemos que Dios nos guía y nos cuida. Sólo necesitamos confiar en él.