El lunes 25 de marzo, en la solemnidad de la Anunciación del Señor, el Papa Francisco abordó un helicóptero y se fue a visitar Loreto, Italia. En ese municipio de Italia, en la provincia de Ancona en las Marcas, se encuentra la Basílica de la Santa Casa, un popular lugar católico de peregrinación.

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Francisco escogió ese santuario para firmar la Exhortación Apostólica del reciente Sínodo de los Obispos sobre el tema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, realizado en el Vaticano del 3 al 28 de octubre de 2018.

Ante la imagen de la Santísima Virgen de Loreto, el Pontífice al final de la misa firmó el texto de la Exhortación, que se difundirá en los próximos días, y lo ofreció a Nuestra Señora.
Al final saludó a la comunidad de los frailes capuchinos, a los enfermos y durante 13 minutos lo hizo con un grupo de fieles congregados en el lugar.

Durante la mayor parte del tiempo permitió que los fieles besaran el anillo papal, llamado también por la tradición el “anillo del pescador”, en alusión a San Pedro.

Sin embargo, durante 53 segundos el Santo Padre evitó que algunos fieles besaran el anillo, sin dejar de saludar a las personas.

¡No lo hubiera hecho!

En las redes sociales y alguna prensa internacional se difundió un video sobre este breve periodo, o incluso menos, generando toda una serie de comentarios negativos.
Quien difundió el video en el cual se ve cómo el papa Francisco aparta la mano cada vez que un fiel católico se agacha para besarlo, fue Edward Pentin, corresponsal en Roma de la emisora católica EWTN.

“Hoy, en Loreto, el Papa no quiere que los fieles formen fila para saludarlo y darle un beso en el anillo, y les aparta la mano. Esto es algo que ha hecho con bastante regularidad durante su Pontificado, aunque no tan insistentemente como hoy”, escribió Pentin en Twitter.

Ello generó una gran polémica.

Para algunos fue una situación incómoda y una falta de respeto a su investidura, pero para otros esa actitud es un gesto de humildad, lo hace para acabar con los comportamientos jerárquicos propios de Iglesia Católica.

Pero se dieron vuelo los grupos conservadores que suelen atacar a Francisco, que en sus webs lo acusaron de descortesía y de “no ser apto para ser el vicario de Cristo”.
Otros lo defendieron y recordaron que también sus predecesores, Benedicto XVI y Juan Pablo II evitaban que se le besara el anillo, antigua costumbre de una monarquía absoluta que, después del Concilio Vaticano II, comenzó a ser dejada de lado. (La Nación, Elizabetta Pique).

¿El Papa ha cambiado?

¡No! Es el mismo.

En un principio permitía sin problemas que le besaran el anillo, como cuando en abril del 2014, un año después de la llegada los reyes de España (entonces Juan Carlos y Sofía) lo saludaron besándole el anillo del pescador. O en nuestro país  —febrero del 2016—, cuando no impidió que los gobernadores de Chiapas y de Sonora, Manuel Velasco y Claudia Pavlovich, respectivamente, lo hicieran.

Pero conforme ha pasado el tiempo, y más al inicio de su séptimo año de su pontificado, con mucha modestia ha rechazado muchas veces gestos de pleitesía o sumisión, como los besamanos o las genuflexiones y ahora se suma el asunto de higiene.

El incidente más evidente que se dio fue en Perú, en enero de 2018, donde evitó hasta en tres ocasiones el intento del presidente de la República, Pedro Pablo Kuczynski, de besar el anillo del pescador… Francisco evitó que Kuczynski cumpliera el gesto de cortesía y simplemente le estrechó la mano.

Pero la explicación del porqué el Papa evitó lo del beso la dio en una conferencia de prensa realizada el  28 de marzo, el vocero papal interino, Alessandro Gisotti, quien informó a la prensa que “el motivo es muy simple: (lo hizo) por higiene”, indicó.

“El Santo Padre me dijo que fue por un motivo muy simple: higiene. Cuando hay largas filas de fieles, como en Loreto, y yo estaba ahí y la fila efectivamente era interminable, se supone que hay que evitar el riesgo de contagio, no por él, sino por la gente. Pueden ver cuánta gente besa la mano, como ustedes vieron en las imágenes”, dijo Gisotti.

“Él me dijo que éste fue el motivo y que no sucede, como todos pudieron ver, cuando hay una persona o un grupo muy pequeño”, agregó. Y puso como ejemplo cuando al término de la Audiencia General del miércoles 27 de marzo sor María Concetta, una religiosa anciana que trabaja en África, le besó el anillo.

El director interino de la Oficina de Prensa de la Santa Sede recordó que todos saben que “el Papa ama abrazar a la gente y dejarse abrazar por la gente”.

El protocolo de Francisco suele pedir a los visitantes que eviten las genuflexiones, viejas formalidades no le gustan….

Dice Elisabetta Pique que desde que Bergoglio era arzobispo y luego cardenal en Buenos Aires, siempre hizo saber que no le gustaba que los fieles le besaran el anillo, una antigua costumbre relacionada a ese “clericalismo” que sueña desterrar de la Iglesia Católica. Tampoco le gustaba que lo llamaran “eminencia”, sino, simplemente “padre Jorge”.
Ahora se suma el tema de la higiene.

El anillo del pescador

Desde el siglo XV, los papas católicos portan un anillo especial —antes de Francisco era de oro— llamado “del pescador” con el que sellan y se representa de forma tangible la cadena de sucesión que se remonta a Pedro.

Cuando la muerte del Papa ha sido completamente verificada por el cardenal camerlengo (apoyando sus dedos sobre la arteria carótida), éste procede a pronunciar tres veces el nombre del finado y a quitarle el anillo, el cual es destruido para que con sus restos (“solve et coagula”) sea confeccionado el de su sucesor.

El anillo se denomina “del pescador” —o piscatorio, en latín anulum piscatoris—, porque tiene una imagen del apóstol Pedro que, según cuenta el Evangelio, pasó de ser un “pescador de peces” a un “pescador de hombres” (Mateo 4:18-20) para finalmente convertirse en la “piedra” en la cual sería edificada la Iglesia.

Con la renuncia de Benedicto XVI, el anillo del pescador no pudo ser destruido y el nuevo papa Francisco tuvo que mandar confeccionar uno nuevo.

Francisco decidió cambiar la tradición y, en lugar de un anillo de oro, mandó diseñar uno de plata suplantando la efigie de Pedro con sus redes por una simple cruz.

Obviamente, este es un acto simbólico donde se optó romper con una costumbre ancestral y cambiar el oro, que representa la luz espiritual “directa” y vivificante proviene del sol, por la plata, que alude a una luz “indirecta” y lunar.