Philip Wilson, arzobispo de Adelaide, Australia, fue condenado por un tribunal a 12 meses de prisión por no haber denunciado un sacerdote que abusó de niños en los años 70. El prelado no mostró “arrepentimiento o remordimiento”.

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Para evitar la pena máxima, sus abogados argumentaron que el obispo padece diabetes, alzheimer y problemas de corazón.

El fallo del magistrado Robert Stone, del tribunal de la ciudad de Newcastle, implica que el arzobispo, de 67 años, no podrá solicitar libertad condicional hasta que cumpla la mitad de la condena, aunque se ordenó que se evalúe el estado del clérigo para cumplir “arresto domiciliario”.

El juez se pronunciará hasta agosto sobre la solicitud de la defensa para que el prelado cumpla su sentencia domiciliaria.

El caso se centró en el encubrimiento que el arzobispo hizo de los abusos cometidos por el sacerdote Jim Fletcher a dos monaguillos cuando era asistente del cura pederasta en la parroquia de East Maitland.

En 1976, las víctimas denunciaron a Wilson por los abusos que sufrieron de Fletcher, quien fue sentenciado en diciembre de 2004 por nueve cargos de pederastia; murió en la cárcel 13 meses después.

En mayo Wilson fue declarado culpable de no informar a la policía de los abusos sexuales perpetrados por Fletcher; un día después del fallo, se apartó de su cargo de arzobispo.

Sentido de paz

En un comunicado los obispos australianos confiaron en que esta condena pueda dar “un sentido de paz y de curación a quienes fueron abusados por el fallecido sacerdote”, aunque reconocieron que “los efectos de un abuso sexual pueden durar para toda la vida”.

“Se necesita un gran coraje para que los sobrevivientes se expongan para relatar sus historias. Los sobrevivientes han sido fundamentales en ayudarnos a aprender la lección de nuestra vergonzosa historia de abusos y ocultamientos”, sacada a la luz por la relación de la Comisión real de investigación”, afirmaron los prelados.

Subrayaron que desde entonces la Iglesia australiana “ha realizado cambios sustanciales para asegurar que el abuso y el encubrimiento no sean más parte de la vida católica y que los niños estén al seguro en nuestras comunidades”.

Los obispos confirmaron su empeño para trabajar con quienes, en la Iglesia y en la sociedad, están buscando “ejercer fuertes y coherentes estándares de salvaguardia” en Australia.