Francisco regaló 40 mil crucifijos a los fieles que asistieron este domingo 16 de septiembre al Ángelus en la Plaza de San Pedro.

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Los crucifijos, distribuidos por un grupo de 300 voluntarios, están confeccionados en metal y van acompañados de una hoja escrita en tres idiomas con la frase que el Santo Padre pronunció en el Vía Crucis de la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro en julio de 2013: “En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia”.
Después del rezo mariano, el Papa Francisco saludó, como de costumbre, a los fieles provenientes de diversos países: familias, grupos parroquiales y asociaciones.

Antes de dirigirse particularmente a los grupos, recordó la visita realizada un día antes a Piazza Armerina y Palermo, Italia, con motivo del 25 aniversario de la muerte del beato Pino Puglisi, y manifestó su gratitud hacia las personas que hicieron posible ese encuentro, a saber: obispos, jóvenes, familias y todo el pueblo siciliano. Y no olvidó al personal que lo acompañó en los trayectos: los pilotos del helicóptero y del avión.

Luego saludó a los participantes de la “Missio Giovani” de las Obras Misionales Pontificias, animándoles a ser testigos del amor misericordioso de Jesús. A los maestros y estudiantes de lengua latina del Corderius College presentes en plaza, el Papa se dirigió con el antiguo saludo “Valete dilectissimi”.

Y por último las palabras del Pontífice fueron a un grupo de confirmandos y a un grupo de músicos, llegados del norte de Italia y de Suiza respectivamente, y a un grupo de fieles provenientes de Nicaragua, avistados desde la ventana del Palacio Apostólico: “¡los saludo tanto!”, les dijo.

Francisco cerró su alocución con el feliz anuncio de un regalo para los presentes:

“Hoy, dos días después de la Fiesta de la Santa Cruz, pensé en regalarles a ustedes que están en la plaza, un crucifijo: helo aquí. El crucifijo es el signo del amor de Dios, que en Jesús dio la vida por nosotros. Los invito a acoger este don y a llevarlo a vuestros hogares, a los cuartos de sus hijos o de los abuelos… En cualquier parte, pero que se vea en la casa. No es un objeto de decoración, es un signo religioso para contemplarlo y orar. Mirando a Jesús crucificado, miramos nuestra salvación.

“No se paga nada, ¡si alguien les dice que deben pagarlo es un vivo! Esto es un regalo del Papa. Agradezco a las religiosas, los pobres y prófugos que ahora distribuirán este don, pequeño, pero valioso. Como siempre, la fe viene desde los pequeños, de los humildes”, les dijo.

Al finalizar, saludó a los presentes y les deseó un buen domingo, y realizó su habitual pedido de oración:

“Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!”