Foto:Roman Catholic Archdiocese of Boston.

El papa Francisco en La alegría del amor

Debilitar la familia “no favorece a la sociedad”, sino que “perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos” destaca el papa Francisco en su exhortación apostólica Amoris laetitia (La alegría del amor) sobre la familia.

En el documento, dado a conocer en abril del año pasado y que trata sobre el amor en la familia, el pontífice afirma “ninguna familia es una realidad perfecta y confeccionada de una vez y para siempre, sino que requiere una progresiva maduración de su capacidad de amar”.

En 264 páginas distribuidas en nueve capítulos, se incluyen sugerencias espirituales útiles para todas las parejas o cualquier persona que desee construir una familia.

Como resultado de dos sínodos, el Vicario de Cristo plantea la situación actual de las familias poniendo “los pies sobre la tierra” y dice que enfrentan a numerosos desafíos, desde el fenómeno migratorio, “las negociaciones ideológicas de la diferencia de sexos (‘ideología del gender’); desde la cultura de lo provisorio a la mentalidad antinatalista y al impacto de la biotecnología en el campo de la procreación; de la falta de casa y de trabajo a la pornografía y el abuso de menores; de la atención a las personas con discapacidad al respeto de los ancianos; de la desconstrucción jurídica de la familia a la violencia contra las mujeres”.

Entre las “graves amenazas” para las familias en todo el mundo se encuentran la eutanasia y el suicidio asistido. El Obispo de Roma reflexiona sobre la situación de las “familias sumidas en la miseria, castigadas de tantas maneras, donde los límites de la vida se viven de forma lacerante”, y advierte sobre la “plaga” de la farmacodependencia, “que hace sufrir a muchas familias, y no pocas veces termina destruyéndolas. Algo semejante ocurre con el alcoholismo, el juego y otras adicciones”.

También explica que el sacramento del matrimonio “no es una convención social”, sino un “don para la santificación y la salvación de los esposos”, una verdadera “vocación”. Por lo tanto, “la decisión de casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional”. El amor conyugal está abierto a la fecundidad y a “la educación integral de los hijos”.

En el texto, Francisco señala que “el divorcio es un mal, y es muy preocupante el crecimiento del número de divorcios. Por eso, sin duda, nuestra tarea pastoral más importante con respecto a las familias es fortalecer el amor y ayudar a sanar las heridas, de manera que podamos prevenir el avance de este drama de nuestra época”.

En cuanto a los matrimonios mixtos y aquellos con disparidad de culto, además de las familias que incluyen personas con tendencia homosexual, el Papa confirma el respeto para ellos y el rechazo de toda discriminación y de toda forma de agresión o violencia.

“Los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo… Esta integración es también necesaria para el cuidado y la educación cristiana de sus hijos, que deben ser considerados los más importantes”.

A las mujeres embarazadas, Francisco les dice: “Ese niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones, los comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de ser instrumento de Dios para traer una nueva vida al mundo”.

Con la “ayuda adecuada y con la acción de reconciliación de la gracia, un gran porcentaje de crisis matrimoniales se superan de manera satisfactoria… Saber perdonar y sentirse perdonados es una experiencia fundamental en la vida familiar”. Por ello es necesaria “la generosa colaboración de familiares y amigos, y a veces incluso de ayuda externa y profesional”.

“¡Caminemos familias, sigamos caminando! (…) No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud de amor y de comunión que se nos ha prometido”.