“Una oficina de comunicación eclesial puede y debe estar a la altura de las mejores instituciones del mundo”, dijo Marilú Esponda en entrevista con el sitio web Desde la fe, en la que habló en torno a su nueva responsabilidad como vocera del Arzobispado Primado de México.

Explicó que estar al frente de la Oficina de Comunicación Social de la Arquidiócesis Primada de México “es un gran honor y una responsabilidad muy grande. Pondré todo de mi parte para estar a la altura de la misión, apoyando como comunicadora a don Carlos Aguiar y a la Arquidiócesis. La comunicación es tarea de servicio, y a eso me dedicaré con pasión. Si tuviera que destacar algo en concreto, diría que lo más valioso de mi trabajo será escuchar mucho, entender las distintas posturas, asumirlas, valorarlas, empatizar con ellas para poder aportar desde mi posición al mutuo entendimiento, al diálogo social, al bien común. Es, sin duda, un gran reto que me obliga a ejercitar el difícil arte de la escucha”.

Para don Carlos, puntualizó Esponda, la comunicación es fundamental en el cumplimiento de los objetivos de una institución, “por eso incluye a los comunicadores entre los social shapers como configuradores de la realidad social”. Aguiar “sabe que el papel de los comunicadores no se reduce a ser meros testigos o espectadores de lo que pasa. Un comunicador formado, culto y trabajador no se queda en los hechos, se informa del contexto, investiga las causas que explican lo que sucede y que ayudan a interpretar y sabe responder a las necesidades e inquietudes de las personas. Así contribuye al progreso social y contrarresta la labor de los que fomentan el odio o la arrogancia. La información ha de servir para aumentar el conocimiento y respeto del otro. La profesión de un comunicador es muy exigente, y por eso don Carlos la aprecia, valora y agradece mucho”.

La nueva vocera subrayó que una oficina de comunicación eclesial puede y debe estar a la altura de las mejores instituciones del mundo. “Se suele decir que los contenidos son lo más importante, y en eso la Iglesia tiene un tesoro: un mensaje que hace felices a las personas. Los canales son importantes, pero lo que llevamos a la gente lo es mucho más”.

Sobre la relación que Aguiar espera tener con los medios de comunicación, la comunicadora dijo que será de escucha, de diálogo y de construcción de puentes. “Él mismo lo ha dicho en distintas ocasiones; la última con motivo de su profesión de fe al llegar a la capital del país: ‘Tengo mucha ilusión en empezar a trabajar en esta querida Ciudad de México, tan compleja y tan rica, con sus problemas y sus alegrías; sus miedos e ilusiones, sus inquietudes y satisfacciones. Me interesa tender puentes y abrir espacios para encontrar juntos, mediante el diálogo sincero y abierto, caminos de entendimiento que generen confianza y reconstruyan el estilo de vida de nuestra sociedad’”.

Experiencia en comunicación, dirección y asesoría

Marilú Esponda estudió la licenciatura en Comunicación en la Universidad Panamericana (IPADE). Dirigió el área de Comunicación Institucional de esa institución, además de ser profesora de Introducción a los medios de comunicación y de Problemas sociales contemporáneos.

También se licenció en Teología por la Universidad de la Santa Croce en Roma (2006-2009). Durante la visita del Papa Francisco en México en febrero de 2016, fue vicecoordinadora del área de Comunicación en el Comité Organizador.

En 2015 terminó la Maestría en Administración de Empresas para Ejecutivos con Experiencia (Medex) en IPADE Business School. Fue miembro del senior team en Río de Janeiro, durante la Jornada Mundial de la Juventud en 2013.

Es colaboradora en distintos medios de comunicación, como UNO TV y Matutino Express, de Foro TV. Asimismo, es fundadora de la agencia Variopinto Comunicación, mediante la cual asesora a diversas empresas e instituciones sociales y educativas en comunicación estratégica para el logro de sus objetivos.

Fue directora de prensa de la Conferencia del Episcopado Mexicano en tiempos de Aguiar Retes. Marilú publicó recientemente un libro sobre el nuevo arzbispo primado, titulado Una Iglesia para soñar. Construyendo caminos de unidad, Ediciones Sapientia, 2018. Prólogo de Valentina Alazraki.

Don Carlos me enseñó a no tomar los agravios a la tremenda

“El 9 de enero de 2018 don Carlos Aguiar Retes cumplió 68 años. En el brindis que hubo después de comer, monseñor Leodegario Gómez citó una frase de él (Aguiar): ‘Vive como si fueras a vivir mil años, y prepárate como si fueras a morir mañana’. Sin duda, es un reflejo de su estilo de vida —pensé—. Así confirmé que valía la pena contribuir a que se conozca un poco más de cerca al nuevo Arzobispo Primado de México”, dice Marilú Esponda en la introducción de su libro.

“Mi encuentro con don Carlos fue del todo inesperado. En 2004 acababa de ser nombrado secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano y buscaba a una persona que dirigiera la oficina de prensa. Alguien me habló de la posibilidad de desempeñar esa función y me negué: ‘¿¡Cómo yo?!’. Recién salida de la universidad, tenía proyectos muy distintos por delante.

“Pero ese mismo día, al llegar a mi casa, tenía un mensaje: ‘Que llames al padre Manuel Corral’, seguido del número telefónico. Pero no le llamé —porque no lo conocía—, ni tampoco al día siguiente, cuando volvió a llamar. Al tercer intento, lo escuché: ‘Nos han hablado de ti y monseñor Aguiar te quiere conocer’.

“Padre, —le contesté—, yo no soy la persona adecuada; no sé casi nada de las oficinas de prensa y no podría dirigir una; a pesar de todo, y para no ser descortés, acepté asistir a la entrevista.

“‘Mira’, me dijo, necesitamos a alguien que esté dispuesto, aunque tengamos que ir aprendiendo en el camino, eso es lo que quiere don Carlos.

“Sí padre pero, aquí entre nos, tampoco me encanta la idea de trabajar rodeada de obispos. ‘No será como te lo imaginas’ —dijo sonriendo—, estoy seguro de que no te vas a arrepentir. En ese momento entró don Carlos Aguiar quien, con su característico rostro amable y sonrisa serena, me invitó a pasar a su oficina.

“‘De manera que tú eres quien trabajará con nosotros’; ¡no, don Carlos, pienso que sería mejor que busquen a otra persona! ‘Mira, no te preocupes —respondió el entonces obispo de Texcoco—, yo lo he meditado, y además no dependerá de mí, porque tenemos que pasar tu nombramiento a votación del Consejo de Presidencia; es probable que no lo acepten, pues nunca ha habido una mujer en este puesto, sólo te pido que me envíes tu currículum y Dios dirá.

“Me fui de ahí un poco confundida, ¿qué había pasado?, ¿qué iba a pasar? ¡No! —pensé convencida—, ese puesto no es para mí. No me pude comunicar los días siguientes directamente con él, pero le dejé un par de recados, que no se preocupara por la cuestión de la votación porque había decidido dedicarme a otras actividades profesionales y que rezaría por él.

“Mes y medio después, con un proyecto profesional que me absorbía por completo, recibí una llamada de parte de don Carlos: ‘Que si puedes ir mañana a las oficinas de la Conferencia del Episcopado Mexicano’. Al día siguiente, me informó: ‘El Consejo de Presidencia te votó por unanimidad y me gustaría presentarte mañana ante los medios de comunicación, pues habrá una rueda de prensa para anunciar un evento muy importante, en el que estarán presentes varios obispos de Latinoamérica’. Me transmitió una confianza y una seguridad aplastantes. Así fue como salí de su oficina siendo la directora de prensa de la Conferencia del Episcopado Mexicano.

“Creo que con él sí quiero trabajar —pensé—. De modo que arreglé todo lo necesario para estar ahí al día siguiente y los siguientes dos años y medio.

“La muerte de Juan Pablo II, la elección de Benedicto XVI, la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, la primera visita Ad Limina que los obispos mexicanos hicieron al Papa Benedicto XVI, las innumerables ruedas de prensa, comunicados y comentarios que llenaban el día a día me hicieron conocer a don Carlos a través de distintos prismas, para constatar que él siempre es el mismo, sereno, alegre, discreto, valiente, firme y muy amable.

“No está por demás decir que por mi inexperiencia tuvimos tropiezos en múltiples ocasiones. ‘No te preocupes —me decía—, todos aprendemos de los errores’. Me tomaba en cuenta siempre. Incluso cuando otros no querían que estuviera presente en algunas reuniones, él me incluía. A golpe de confianza, lograba que los otros también confiaran en mí. Así es don Carlos, su lealtad es contagiosa.

“Trabajamos en un ambiente de total sinceridad y confianza. No había barreras mentales y las cosas fluían sin dificultad. Al menos ésa es la sensación de todos los que colaboramos con él. ‘Tienes mi nombre y mi firma, haz lo que consideres oportuno’, nos repetía.

“En una ocasión, trabajando en Roma, ciertos miembros de una orden religiosa me trataron muy mal. Manifesté a don Carlos mi indignación, añadiendo que no quería volver a saber nada de ellos. Él me dijo ‘mañana me han invitado a cenar y quiero que me acompañes’. ¡De ninguna manera, monseñor! —le contesté—, eso sería una humillación. Con esa mirada tranquila y firme me dijo ‘pues tienes que ser humilde, salimos mañana a las 7:00 pm’.

“Quizá sobra decir que fui a la cena resignada y sin ganas. En cuanto llegamos, el superior de la orden nos esperaba a la entrada; se dirigió a mí, me besó la mano y me ofreció una disculpa muy sincera. La verdad no lo esperaba, pero resultó un detalle muy significativo de don Carlos, tanto para enseñarme a no tomar los agravios a la tremenda, como para ayudarles a ellos a rectificar.

“Don Carlos es una persona inteligente y sencilla, a la que no le interesa aparentar. Le importan ante todo las personas, a quienes aprecia y respeta por encima de todas las cosas. No aciertan quienes buscan encajarlo en el eje progresista —conservadores, izquierdistas, derechistas—, porque al proponer la unidad de la Iglesia, le he visto muchas veces integrar los distintos carismas y puntos de vista que conviven dentro de ella.