Obispo Miguel Patiño Velázquez. Foto: CEM
Obispo Miguel Patiño Velázquez. Foto: CEM

Miguel Patiño, obispo de Apatzingán, quien hace seis años denunció las atrocidades cometidas por bandas del crimen organizado en Michoacán, murió éste sábado. El Episcopado Mexicano pierde una de sus pocas voces críticas.

La editorial del Centro Católico Multimedial (CCM) destaca que fue “uno de esos casos raros entre los obispos. No descolló por estudios en el extranjero ni por tareas en burocracias curiales, tampoco por el cúmulo de doctorados o los cargos que le pudieron servir de peldaños de ascenso para una meteórica carrera eclesiástica”.

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Patiño nació en La Piedad, Michoacán, en 1938, su toda su vida permaneció en esa entidad, su única diócesis fue Apatzingán, donde estuvo 23 años (de 1981 a 2014, cuando presentó su renuncia canónica al cumplir los 75 años de edad). En ese tiempo afrontó la mutación de la violencia.

En 2013, la carta “Hagamos de Michoacán un estado de derecho”, fue el documento que puso al obispo en los reflectores públicos, al exhibir la franca descomposición y poner a Michoacán al nivel de estado fallido.

En el documento apuntó contra los autores de la descomposición: los grupos criminales La Familia Michoacana, Los Zetas, Nueva Generación y Los Caballeros Templarios, principalmente, que se disputaban la entidad como si fuera un botín.

Además, precisaba los problemas en cada región. La Costa para la entrada de la droga y los insumos para la producción de las drogas sintéticas; la Sierra Madre del Sur y la zona aguacatera para el cultivo de mariguana y amapola, el establecimiento de laboratorios para la producción de drogas sintéticas y refugio de los grupos criminales. Las ciudades más importantes y todo el estado: para el trasiego y comercio de la droga, venta de seguridad (cuotas), secuestros, robos y toda clase de extorsión.

“Esa carta pasó a la historia de los anales de la Iglesia en México por su grado de atrevimiento hecho por un eclesiástico. Su lectura, tras la muerte del prelado, resulta imprescindible para que, en retrospectiva, se evalúe qué tanto las cosas han cambiado desde que Patiño Velázquez hizo una radiografía del crimen y del sufrimiento del pueblo michoacano: injusticias del crimen organizado, levantones, secuestros, asesinatos, el cobro de cuotas y derechos de piso, desplazamientos forzados por miedo e inseguridad…

“Si bien esa carta de 2013 tuvo proyección nacional, el obispo había escrito otras debido a la violencia contra sacerdotes de la diócesis asesinados, el último en 2012, el padre Víctor Manuel Diosdado, de la parroquia de San José de Chila, cuya labor provocó choques con el narcotráfico costándole la vida”, destaca el CCM.

Se dice que la diócesis del obispo Patiño enviaba semanalmente un informe de asesinatos en Apatzingán al dicasterio encargado de los derechos humanos del Vaticano. El año previo a su renuncia, 2013, documentó 920 personas asesinadas, 280 levantadas, 42 secuestradas, 238 desaparecidas, 3 mil familias desplazadas y mil 200 despojadas de sus tierras.

El obispo Patiño será recordado siempre por su notable labor pastoral y sus denuncias al grado de lo profético, concluye la editorial del CCM.