En enero de 1992, con Juan Pablo II, durante sus estudios de doctorado en Roma

El cardenal Carlos Aguiar Retes “es lo que los historiadores llaman un hombre de época y él mismo ha acuñado el concepto para referirse a los desafíos pastorales de la Iglesia de los últimos 40 años”, dice Marilú Esponda en su libro Una Iglesia para soñar. Construyendo caminos de unidad, de Ediciones Sapientia, en el que, mediante anécdotas y testimonios, la escritora construye una semblanza del nuevo arzobispo primado de México.

En los últimos 20 años, la carrera eclesiástica de este jerarca católico ha ido en ascenso: fue electo para ocupar la secretaría general y dos periodos de la Conferencia del Episcopado Mexicano, así como la secretaría general, una vicepresidencia y la presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano.

Carlos fue el segundo de seis hermanos. Nació en Tepic, Nayarit, el 9 de enero de 1950, en una casa de provincia con corredores y dos patios, al pie de la Sierra Madre Occidental, vecina de la cordillera Neovolcánica, con un incipiente desarrollo urbano. La convivencia diaria estrechaba lazos entre las familias y forjaba las comunidades que vivían una religiosidad popular extendida y vívida.

Doña María Teresa —Mariate, como la llamaban su familia y amistades—, madre del arzobispo, fue una mujer de hogar que pudo distinguir sabiamente las diferencias de carácter entre sus hijos. El kínder al que asistía Carlos se encontraba frente a la casa de la abuela materna, la señora Laura, a quien él le tenía un profundo cariño, por lo que frecuentemente se quedaba a dormir ahí.

La influencia de su abuelita llevó al pequeño Carlos a ser monaguillo en su parroquia. Él la quería tanto que deseaba ser doctor o sacerdote; lo primero para que nunca muriera su abuelita. Cuando ella falleció, Carlos tenía siete años de edad, y decidió que cursaría la carrera eclesiástica.

Carlos Aguiar Retes al entrar al seminario, a sus 11 años

Al final del sexto año escolar, un sacerdote diocesano preguntó en el aula quiénes querían conocer el Seminario. Carlos levantó inmediatamente la mano. Esta visita confirmó la vocación de aquel niño de 11 años, quien se lo dijo a su papá, un hombre que soñaba con que su hijo se convirtiera en militar. “Te mandaré a la escuela del Ejército para que te formes bien y tengas muy buena calidad académica”, fue la respuesta; sin embargo, la insistencia de Carlos hizo que su padre cambiara de opinión.

El 5 de octubre de 1961 tres adolescentes entraron al Seminario Menor de Tepic: Francisco Robles Ortega, ahora Cardenal de Guadalajara; Mario Espinoza, actual Obispo de Mazatlán, y Carlos Aguiar Retes. Los padres de Carlos se preocupaban porque en el Seminario se comía mal y los alumnos dormían en unos galerones rudimentarios.

Carlos siempre fue un estudiante disciplinado, aunque también se tomaba tiempo para convivir. Los miserables, de Víctor Hugo, lo apasionaban; su hábito de lectura lo ayudó a profundizar en el dolor humano, además de ampliar su lenguaje y su don de palabra. Aprendió Literatura de forma espontánea.

Experiencia de vida

Carlos Aguiar fue testigo del gobierno pastoral del papa Paulo VI, quien llevó a feliz término el Concilio Ecuménico Vaticano II, el cual presentó a la Iglesia como depositaria de una verdad portadora de paz, amor y libertad, en actitud dialogante y con deseos de servir.

El actual arzobispo primado experimentó una de sus experiencias de vida más profundas al constatar el abismo entre lo que la Iglesia vivía y lo que estaba llamada a ser. Cerrar esa brecha fue una de sus principales motivaciones para abrazar definitivamente su vocación.

Con el padre Oscar Raynal , SJ. padrino de ordenación diaconal

Después de graduarse con honores en Roma, a los 28 años, Carlos Aguiar fue designado como rector del Seminario de Tepic, cargo que desempeñó hasta 1991. El 28 de mayo de 1997, el papa Juan Pablo II lo nombró como tercer obispo de Texcoco.

Nadie imaginaba cuánto haría crecer esa diócesis, integrada por los municipios del Estado de México que se encontraban al norte y al este del Valle de México. En año y medio había recorrido ya toda la diócesis, pueblo por pueblo, y conocía perfectamente las necesidades específicas de las comunidades. Dio prioridad a la Pastoral Misionera para acoger y convocar a los recién llegados.

El 5 de febrero de 2009, el papa Benedicto XVI lo nombró arzobispo de Tlalnepantla, donde Carlos Aguiar puso en marcha la Gran Misión que hasta este momento moviliza a más de 40 mil laicos de manera permanente y ha integrado a las siete diócesis sufragáneas: Cuautitlán, Ecatepec, Teotihuacán, Texcoco, Nezahualcóyotl, Valle de Chalco y Cuautitlán Izcalli.

Durante tres años, Aguiar Retes preparó a la Arquidiócesis de Tlalnepantla para ser una “Iglesia en salida”, como ha propuesto también el Papa Francisco. En estas misiones ha conseguido que más de mil 500 comunidades estudien los Evangelios con la metodología de la lectio divina.

“Más allá de teorías e interpretaciones sofisticadas, nuestros jóvenes testimonian que no estamos en una mera época de cambios, sino en un verdadero cambio de época, en el que los grandes referentes de la cultura y de la vida cristiana están siendo cuestionados, afectando la valoración del hombre y su relación con Dios”, afirma el ahora cardenal, pues no es posible orientar al mundo sin comprenderlo, lo cual exige identificarse hasta cierto punto con él, a golpes de proximidad.

Su nuevo peregrinar

El papa Francisco lo nombró arzobispo primado de México el 7 de diciembre de 2017. Tras suceder al cardenal Norberto Rivera Carrera, continuará con la labor comenzada por fray Juan de Zumárraga, iniciada hace cinco siglos, y será custodio de la imagen de la Virgen de Guadalupe del Tepeyac.