Todos estamos de acuerdo en que la libertad de expresión es un derecho universal del que todo mundo debe gozar. La misma Declaración Universal de los Derechos Humanos lo expresa en su artículo 19: “Todo individuo tiene el derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

En México, la libertad de expresión está garantizada en los artículos 6 y 7 de la Constitución.

El artículo 6 señala: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden público; el derecho de réplica será ejercido en los términos dispuestos por la ley. El derecho a la información será garantizado por el Estado”.

Mientras que el artículo 7 establece: “Es inviolable la libertad de difundir opiniones, información e ideas a través de cualquier medio”.

Sin embargo, por ejercer la libertad de expresión no tenemos derecho a atacar la moral, la vida privada o los derechos de las personas, incluso a las instituciones en las que nos desarrollamos y vivimos. Porque informar no es especular. Informar exige respeto y sobre todo algo fundamental: escuchar al otro. De lo contrario generamos conflictos innecesarios que en nada contribuyen a la paz en el mundo.

Mi amigo lector, te preguntarás a qué viene todo esto que acabo de decir. Algo muy sencillo. En días pasados leímos en un escueto comunicado de la Arquidiócesis de México que la directora de Comunicación de esta institución dejaba temporalmente el cargo para hacerse responsable de otras tareas relacionadas con la misma oficina de información.

Comunicado de prensa de la Arquidiócesis Primada de México en Desde la fe

De inmediato en redes sociales, y sobre todo en las de aquellos que son críticos al proyecto pastoral y administrativo que está impulsado el Cardenal Carlos Aguiar, tejieron todo tipo de “especulación” e incluso intriga por esta salida temporal. Es más, leímos en algunos blogs títulos como: “El Cardenal Aguiar, incomunicado”.

Los que han criticado el proyecto que viene impulsando el Cardenal ni siquiera se han acercado a preguntar o a expresar sus diferencias. Más bien lo que vienen haciendo es crear confusión entre aquellos que no están inmiscuidos en los temas de Iglesia.

Desde su llegada a la Arquidiócesis, el Cardenal Aguiar comenzó a elaborar un proyecto tanto en lo interno como en la misma visión pastoral. La comunicación fue esencial para difundir los proyectos que venía impulsando el Pastor de esta gran urbe.

Dentro de este ámbito de la comunicación se había proyectado un congreso con el tema del “Post-Aborto”, una exposición en Roma del semanario Desde la Fe y potenciar el L’osservatore Romano en México y América Latina, además de otros temas de gran calado.

El día a día del quehacer de la oficina de información dejaba poco tiempo para llevar a buen término los planes que se tenían proyectados. De ahí, que la maestra Marilú Esponda Sada planteara al Cardenal dejar los trabajos de la oficina de prensa para dedicarse de tiempo completo a estos temas que acabamos de mencionar. Después de un largo discernimiento, el Cardenal aceptó la propuesta presentada por la maestra Esponda.

Creo que no se vale especular en este y otros casos. Es verdad que tanto fuera como dentro de la misma Iglesia, me refiero a la Arquidiócesis, hay personas que no están de acuerdo con lo que viene impulsando el Cardenal Aguiar. Se entiende. Unos, porque con su llegada vieron cortados sus intereses que, de una u otra manera, venían ejerciendo. Otros desde fuera lo atacan porque lo ven cercano al Papa Francisco y un fiel seguidor en su proyecto de Iglesia.

No estar de acuerdo se vale. Pero es deshonesto que delante de él, aquellos que lo critican por la espalda no le digan de frente lo que piensan y el porqué no están de acuerdo con su actuar.

¡Especular no es informar!