El papa se reunió con miembros de Red Internacional de Legisladores Católicos.

El Papa Francisco se reunió este jueves 25 de agosto con los participantes en la reunión de la Red Internacional de Legisladores Católicos, que contó con la presencia del Cardenal Cristoph Schönborn y de Su Santidad Ignatius Aphrem II, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Siria.

Ante los presentes, Francisco envió un mensaje en italiano donde les habló de la justicia, la fraternidad y la paz, tres palabras clave para reflexionar sobre “el importante tema de la promoción de la justicia y la paz en la actual situación geopolítica, marcada por los conflictos y las divisiones que afectan a muchas zonas del mundo”.

Textual:

Me complace dar la bienvenida a todos los que están participando en la reunión de la Red Internacional de Legisladores Católicos. Agradezco al Cardenal Schönborn y al Dr. Alting von Geusau sus palabras de saludo, y agradezco también a todos los que organizaron este encuentro. Saludo también a Su Santidad Ignatius Aphrem II, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Siria, y me alegra que esté presente con nosotros.

Os habéis reunido para reflexionar sobre la importante cuestión de promover la justicia y la paz en la actual situación geopolítica, marcada por los conflictos y divisiones que afectan a muchas zonas del mundo. En este sentido, quisiera ofrecer unas breves reflexiones sobre tres palabras clave que pueden ayudar a orientar vuestros debates en estos días: justicia, fraternidad y paz.

La primera palabra, justicia, definida clásicamente como la voluntad de dar a cada uno lo que le corresponde, implica, según la tradición bíblica, acciones concretas encaminadas a promover relaciones justas con Dios y con los demás, a fin de que el bien de las personas y de los demás la comunidad puede florecer. En el mundo de hoy, muchas personas están exigiendo justicia, especialmente los más vulnerables que muchas veces no tienen voz y que esperan que los líderes civiles y políticos protejan, a través de leyes y políticas públicas efectivas, su dignidad como hijos de Dios y la inviolabilidad de sus derechos humanos básicos. . Pienso, por ejemplo, en los pobres, los migrantes, los refugiados, las víctimas de la trata de personas, los enfermos, los ancianos y muchos otros individuos que corren el riesgo de ser explotados o descartados por la actual cultura del “desechado”, la cultura del desecho. Vuestro reto es trabajar para salvaguardar y potenciar en la esfera pública aquellas justas relaciones que permitan a cada persona ser tratada con el respeto y el amor que le corresponde. Como nos recuerda el Señor: “Haced con los demás lo que queráis que hagan con vosotros” (Mt 7,12; cf. Lc 6,31).

Esto nos lleva a la segunda palabra clave: fraternidad. En efecto, una sociedad justa no puede existir sin el vínculo de la fraternidad, es decir, sin un sentido de responsabilidad compartida y preocupación por el desarrollo y el bienestar integral de cada miembro de nuestra familia humana. Por eso, “para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que viven la amistad social, es necesaria la mejor política, puesta al servicio del verdadero bien común” (Enc. Todos los hermanos, 154). Si queremos sanar nuestro mundo, tan duramente probado por rivalidades y formas de violencia que nacen del deseo de dominar en lugar de servir, necesitamos no sólo ciudadanos responsables, sino también líderes capaces, inspirados en un amor fraterno dirigido sobre todo a aquellos que se encuentran en las condiciones de vida más precarias. En este sentido, aliento sus continuos esfuerzos, a nivel nacional e internacional, para la adopción de políticas y leyes que busquen enfrentar, con espíritu solidario, las numerosas situaciones de desigualdad e injusticia que amenazan el tejido social y la dignidad intrínseca de todos. gente.

Finalmente, el esfuerzo por construir nuestro futuro común requiere la búsqueda constante de la paz. La paz no es simplemente la ausencia de guerra. Por otro lado, el camino hacia una paz duradera requiere la cooperación, especialmente de parte de quienes tienen mayores responsabilidades, en la búsqueda de objetivos que beneficien a todos. La paz nace de un compromiso duradero de diálogo recíproco, de una búsqueda paciente de la verdad y del deseo de anteponer el bien auténtico de la comunidad al provecho personal. En esta perspectiva, su trabajo como legisladores y líderes políticos es más importante que nunca. Porque la verdadera paz sólo puede lograrse cuando nos esforzamos, a través de procesos políticos y legislativos con visión de futuro, para construir un orden social basado en la fraternidad universal y la justicia para todos.

Queridos amigos, el Señor os ayude a convertiros en levadura de renovación de la vida civil y política, testigos del “amor político” (cf. ibíd., 180 ss.) por los más necesitados. Espero que vuestro compromiso por la justicia y la paz, alimentado por un espíritu de solidaridad fraterna, os siga guiando en la noble labor de contribuir al advenimiento del Reino de Dios en el mundo.

Os bendigo a vosotros, a vuestras familias ya vuestro trabajo. Y les pido, por favor, que oren por mí. Gracias.