Este martes 2 de julio se hizo público un mensaje que el Papa Francisco preparó para la próxima jornada la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el domingo 29 de septiembre.

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La Iglesia Católica lo celebra anualmente desde 1914 y este año llega a su 105 edición. En esa jornada se expresan voces, se discute, se reza por los desafíos que se enfrentan y se sensibiliza acerca de las oportunidades que ofrecen las migraciones.

El Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2019 se hizo público el pasado 7 de mayo y el tema de este año es “No se trata sólo de migrantes”.

El video fue difundido un día después del anuncio de que el Papa celebrará el 8 de julio una Misa por los Migrantes en la Basílica de San Pedro.

El servicio religioso es para conmemorar el sexto aniversario de la visita del Papa Francisco a la isla italiana de Lampedusa, a donde suelen llegar migrantes desde el norte de África; en la Eucaristía participarán alrededor de 250 personas entre migrantes, refugiados, voluntarios y trabajadores que se han comprometido para salvar las vidas de estas personas.

En el mensaje difundido por la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio Humano Integral, el Papa reiteró su llamado a ser una Iglesia “en salida”, que “sabe tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces del camino para invitar a los excluidos, a los que nosotros mismos estamos excluyendo como sociedad”.

Este es el videomensaje:

«Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial» (Mt 18,10). 

No se trata sólo de migrantes: se trata de no excluir a nadie.

El mundo actual cada día es más elitista y cada día es más cruel con los excluidos.
Los países en vías de desarrollo siguen agotando sus mejores recursos naturales y humanos en beneficio de unos pocos mercados privilegiados.

Las guerras afectan sólo a algunas regiones del mundo; sin embargo, la fabricación de armas y su venta se lleva a cabo en otras regiones, que luego no requieren hacerse cargo de los refugiados, no quieren, no lo aceptan esos refugiados que dichos conflictos bélicos generan.

Muchas veces se habla de paz, pero se venden armas.

¿Podemos hablar de una hipocresía en este lenguaje?

Quienes padecen las consecuencias son siempre los pequeños, los pobres, los más vulnerables, a quienes se les impide sentarse a la mesa y se les deja sólo las “migajas” del banquete (cf. Lc 16, 19-21).

La Iglesia «en salida […] sabe tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos» (Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 24), a los que nosotros mismos estamos excluyendo como sociedad.

El desarrollo exclusivista hace que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres. El auténtico desarrollo es aquel que pretende incluir –es inclusivo– a todos los hombres y las mujeres del mundo, promoviendo su crecimiento integral, y preocupándose también por las generaciones futuras.

El verdadero desarrollo es inclusivo y fecundo, lanzado hacia el futuro.