Cada 10 de febrero la Iglesia Católica celebra la fiesta de San José Luís Sánchez del Río, el niño mexicano que entregó la vida en el martirio durante la persecución religiosa  en segunda década del siglo XX; la llamada guerra cristera (1926-1929); de hecho fue asesinado un 10 de febrero pero de 1928.

El 21 de enero de 2016, el papa Francisco aprobó el milagro que autorizó la canonización del “niño cristero” José Sánchez del Río, joven de 14 años asesinado durante La Cristiada; antes el adolescente, ostentaba el título de beato desde noviembre de 2005 por el Papa Benedicto XVI y canonizado como santo el 16 de octubre de 2016 por el papa Francisco.

El milagro que posibilitó su canonización fue la curación en 2008 de Ximena Guadalupe Magallón Gálvez, una bebé que en Sahuayo sufrió meningitis, tuberculosis y un infarto cerebral.

El joven

Su vida Santo fue contada brevemente en la película “Cristiada”, exhibida hace nos años, ​ dirigida por Dean Wright y escrita por Michael James Love.

Nació en Sahuayo, Michoacán, el 28 de marzo de 1913. Hijo de Macario Sánchez y de María del Río; José Luis fue asesinado el 10 de febrero de 1928, un año antes de su martirio, se había unido a las fuerzas cristeras del general Prudencio Mendoza, enclavadas en Cotija, Michoacán.

Aquel viernes 10 de febrero lo sacaron de la parroquia al mesón general del ejército federal. Le cortaron las plantas de los pies, lo condujeron descalzo por la calle Insurgentes, dieron vuelta al Boulevard y siguieron hasta llegar al panteón Municipal. En todo el trayecto, José iba dando gritos y vivas a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe.

Iba llorando pero a la vez rezando por el camino, le fue señalada su tumba y poniéndose al pie de ella fue ahorcado y acuchillado por sus verdugos; uno de ellos, Rafael Gil Martínez, apodado “El Zamorano” lo bajó del árbol donde había sido colgado y le preguntó: ¿Qué quieres que le digamos a tus padres? y José, logró decir: ‘Que Viva Cristo Rey y que en el cielo nos veremos’.

El verdugo, sacó su pistola y de un tiro en la sien lo mató. Eran las 23 horas en Sahuayo, Michoacán.

José Luis fue un destacado joven católico que participó de las vanguardias locales de la Acción Católica de la Juventud Mexicano y cuando estalló la Guerra Cristera en 1926 quiso unirse a las fuerzas de la resistencia, pero su madre no se lo permitió. Luego de una inicial negativa a su alistamiento en las fuerzas cristeras guiadas por el general Prudencio Mendoza, finalmente el joven logró ingresar en el grupo. Convenció a su madre con la frase: “Nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora”.

El 5 de febrero de 1928, tuvo lugar un combate, cerca de Cotija. El caballo del general Guízar Morfín cayó muerto de un balazo, José bajó de su montura con agilidad y le dijo: “Mi general, aquí está mi caballo, sálvese usted, aunque a mí me maten. Yo no hago falta y usted sí” y le entregó su caballo. En combate fue hecho prisionero y llevado ante el general callista quien le reprendió por combatir contra el Gobierno y, al ver su decisión y arrojo, le dijo: “Eres un valiente, muchacho. Vente con nosotros y te irá mejor que con esos cristeros”. “¡Jamás, jamás! ¡Primero muerto! ¡Yo no quiero unirme con los enemigos de Cristo Rey! ¡Yo soy su enemigo! ¡Fusíleme!”.

El general lo mandó encerrar en la cárcel de Cotija, en un oscuro calabozo, José pidió tinta y papel y escribió una carta a su madre en la que le decía:

“Cotija, 6 de febrero de 1928. Mi querida mamá: Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que voy a morir, pero no importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios. No te preocupes por mi muerte… haz la voluntad de Dios, ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre…”.

Cuatro días después, la tarde del el 10 de febrero de 1928 lo sacaron del templo y lo llevaron al cuartel del Refugio. A las 23 horas le desollaron los pies con un cuchillo, lo sacaron del mesón y lo hicieron caminar a golpes hasta el cementerio. Los soldados querían hacerlo apostatar a fuerza de crueldad, pero no lo lograron, sus ultimas palabras fueron “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”.

Sin ataúd y sin mortaja recibió directamente las paladas de tierra y su cuerpo quedó sepultado, hasta que años después, sus restos fueron inhumados en las catacumbas del templo expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús. Actualmente reposan en el templo parroquial de Santiago Apóstol, en Sahuayo, Michoacán.