El teólogo rebelde más importante de la Iglesia romana contemporánea Hans Küng quien fuera amigo de Joseph Ratzinger (1927) -hoy papa emérito- y con quien participó en el Concilio Vaticano II, pero que en distintas ocasiones se opuso a la doctrina católica, falleció este martes 6 de abril a la edad de 93 años.

La noticia de la muerte de Küng, quien estaba enfermo de Parkinson, fue dada por la Fundación Ética Mundial (Weltethos) que creó en marzo de 2001 en Baden Baden, Alemania.

Recordemos que en los años 90 Küng acuñó la idea de una “ética global”, enfatizando los valores éticos comunes en las principales religiones del mundo, ese fue uno de sus grandes legados.

El presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Mons. Georg Bätzing, precisó que “la academia teológica pierde un renombrado y controvertido investigador”.

“En su trabajo como sacerdote y académico, Hans Küng se preocupó por hacer entendible el mensaje del Evangelio y para darle un lugar en la vida de los fieles”, agregó el Prelado alemán, y subrayó “pienso en particular en sus esfuerzos respecto al ecumenismo vivo, su compromiso en el diálogo interreligioso e intercultural, y en la Fundación Ética Global que inició, con sus importantes proyectos e investigaciones sobre la paz, la justicia y la integridad de la creación”.

¿Quién fue Küng?

 Nació el 19 de marzo de 1928 en Sursee, en un pequeño pueblo del cantón suizo de Lucerne en Suiza.

Estudió Filosofía y Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y fue ordenado sacerdote en 1954. Después de un breve período de actividad pastoral en su diócesis de origen, se dedicó a la investigación teológica.

Joseph Ratzinger y Küng se conocieron en los años 60 en la Universidad de Tubinga, donde ambos eran profesores de Teología Dogmática y curiosamente ambos fueron nombrados por Juan XXIII como “peritos” consultores en los trabajos del Concilio Vaticano II (1962-65).

Años después las cosas cambiaron.

En 1969 el hoy papa emérito, prefirió mudarse a Ratisbona, pero siempre mantuvieron posiciones irreconciliables en varias cuestiones doctrinales; Ratzinger fue nombrado arzobispo de Múnich y cardenal por Pablo VI en 1977, presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe por Juan Pablo II en 1981 y “elegido” papa en 2005. En 2013 dejó el cargo y se convirtió en papa emérito rompiendo paradigmas.

El teólogo suizo tomó otro camino, sobre todo después de la muerte de Juan XXII en 1963; criticó entonces duramente el dogma de la infalibilidad papal y otras doctrinas y en 1970 desencadenó una oleada de fuertes polémicas que, desde la Universidad de Tubinga, donde enseñaba, y desde el mundo académico alemán, enseguida llegaron a la Santa Sede.

Ello llevó a que, en 1975, -en tiempos de Pablo VI- la Congregación para la Doctrina de la Fe le llamará formalmente la atención y, cuatro años más tarde ya con Juan Pablo II- le retiraran el título de “teólogo católico”, necesario en Alemania para enseñar en las facultades de teología de las universidades públicas.

¡Fue un duro golpe! sin embargo, la universidad de Tubinga lo mantuvo como profesor de ecumenismo.

En 2002, Küng dijo que luego de la sanción del Vaticano siguió siendo “un sacerdote católico de buena reputación”. Pero el Papa nunca la restituyó el titulo ganado a pulso. Lástima, fue un pendiente, un pecado de la Santa Sede con ese gran teólogo rebelde.

Reunión con su viejo amigo convertido en Papa…

En septiembre de 2005 Küng se reunió en la residencia pontificia de Castelgandolfo con su viejo amigo, pero esta vez ya no era un diálogo con el teólogo Ratzinger sino con el papa Benedicto XVI.

Fue un encuentro que hizo historia y que en su momento se interpretó como un gesto importante del recién electo Pontífice al ala progresista de la Iglesia católica.

La Sala de Prensa de la Santa Sede informó de aquel diálogo que sostuvieron ambos teólogos sobre diversos asuntos de interés común, aunque sin abordar ninguno de los temas que lo han alejado de la comunión con la Iglesia.

El director de la Sala de Prensa, Joaquín Navarro-Valls declaró entonces que el encuentro realizado se dio “en un ambiente amistoso”, ambas partes “concordaron que no tenía mucho sentido plantear una disputa sobre las cuestiones doctrinales persistentes entre Hans Küng y el Magisterio de la Iglesia Católica”.

Según el vocero vaticano, el diálogo “se concentró en dos ámbitos, relacionados principalmente con la fase temprana” de los trabajos del antiguo profesor y compañero de Joseph Ratzinger en la Universidad de Tubinga: “La cuestión sobre la ética mundial y el diálogo entre la razón de las ciencias naturales y la razón de la fe cristiana”.

Küng expuso al Papa que su proyecto de ética mundial no es una construcción intelectual abstracta “sino que resalta los valores morales sobre los que las grandes religiones del mundo convergen, a pesar de sus diferencias, y que pueden ser percibidos como criterios válidos, dada la sensatez convincente de los mismos, de la razón secular”.

En tanto, el Papa alemán “consideró positivos los esfuerzos del profesor Küng por contribuir al diálogo entre las religiones como en el encuentro con la razón secular por un renovado reconocimiento de los valores morales esenciales de la humanidad”.

Asimismo, Benedicto XVI destacó que “el empeño por una renovada consciencia de los valores que comporta la vida humana es también una misión esencial de su pontificado” y subrayó su avenencia sobre el intento del profesor suizo “por estimular el diálogo entre la fe y las ciencias naturales, así como hacer valer la necesidad de la pregunta sobre Dios en la confrontación con el pensamiento de las ciencias naturales”.

Por su parte, Küng resaltó su concordancia con los esfuerzos de Benedicto XVI por el diálogo entre las religiones, así como por el encuentro con los diferentes grupos sociales del mundo moderno.

Küng describió aquella reunión, que duró varias horas, como una “conversación muy constructiva e incluso amigable”,pero siguió criticando la visión teológica de Benedicto XVI.

Aunque después de aquel encuentro en Castelgandolfo, Küng no ocultó su felicidad: “es una señal de esperanza”, afirmó, en declaraciones al Süddeutshe Zeitung.

¿Y su relación con el papa Francisco?

El teólogo suizo celebró en 2013 la entronización del papa argentino Francisco como “la mejor elección posible (…), ya que es un latinoamericano de mente abierta”.

Pero desafortunadamente Küng nunca llegó a reunirse con el papa argentino, aunque entre ellos hubo una relación amistosa a través de cartas sobre cuestiones teológicas.

Dice Elisabetta Piqué reportera de La Nación que Küng hace unas semanas le había contado al Papa en una epístola que se encontraba muy mal de salud, al borde de la muerte, según contaron fuentes del Vaticano.

Hans Küng deja un gran legado, su programa para una Ética Mundial es una guía para el catolicismo mundial.

Además de muchos artículos que se publicaban en varios periódicos del mundo escribió tres libros fundamentales sobre la historia de 30 siglos de judaísmo, la historia de 20 siglos de cristianismo y la historia de 14 siglos de islamismo, una trilogía en la que muestra que las tres religiones que parten de Abraham han atravesado por cambios trascendentales, pero con un origen de grandes tensiones: la relación con su paradigma medieval, que sigue existiendo paralelamente al de la modernidad. (Nota de Juan G. Bedoya en El País).

Por cierto, Juan G. Bedoya le hizo una entrevista al teólogo suizo en 2006 para el periódico El País, rescata sólo una parte:

-Concluye usted la historia de 14 siglos de islamismo, y antes hizo la historia de 30 siglos de judaísmo y de 20 siglos de cristianismo. ¿Se atreve a dar consejos a estas tres religiones?

Respuesta. Mi trilogía muestra que las tres han atravesado por cambios trascendentales, que han desarrollado distintos paradigmas o constelaciones. El verdadero problema estriba hoy en su relación conflictiva con su paradigma medieval, que sigue existiendo paralelamente al de la modernidad. Esto es origen de grandes tensiones. El consejo que les daría es que, en la actual transición hacia una época posterior a la modernidad -en la que la religión puede volver a desempeñar un papel constructivo-, cada una debe concentrarse en lo que es su sustancia, que ha de conservarse a toda costa, discriminando de esa sustancia lo que pertenece al paradigma histórico.

-Imagino en usted a Natan, el famoso personaje de Lessing. Como él, ¿tampoco usted sabría con cuál de los tres anillos quedarse?

R. Soy un admirador de Lessing. Su última gran obra, Natán el sabio, nos presenta al final una visión de paz: la utopía político-religiosa de un futuro mejor, reflejada simbólicamente en el desenlace de la pieza, en la fiesta del hermanamiento de los hombres que profesan distinta fe. Tenemos ya entonces la visión, que vuelve a inspirarnos hoy, de una paz entre las religiones como presupuesto de la paz en la humanidad en general. Pero la solución de los tres anillos, que representa una parábola dentro de la obra, merece hoy ser pensada de nuevo. Por eso distingo siempre entre la perspectiva externa y la perspectiva interna de las religiones. Si estoy sentado a la misma mesa con judíos y musulmanes, tengo que partir de que cada una de las tres religiones es para los hombres una religión verdadera. Esto tengo que aceptarlo también como cristiano.

-Pero usted es cristiano, católico. Cuando uno escoge, está valorando, calificando, excluyendo.

R. Si se adopta la perspectiva interna, está claro que cada uno de los representantes de estas religiones tiene, al igual que yo, su propia convicción de fe, una convicción que bajo ningún concepto querría sacrificar simplemente por amor de la paz. Para mí, como cristiano, Jesucristo significa “el camino, la verdad y la vida”. Pero al mismo tiempo reconozco que “el camino, la verdad y la vida” son, para el judío, la Torá, y para el musulmán, el Corán. De esta manera es posible una convivencia basada en el mutuo respeto.

-Dos fundadores: Cristo y Mahoma. ¿Se parecen en algo?

R. Esta pregunta no se deja contestar en pocas palabras. Hay diferencias que son evidentes: Jesús fue un predicador itinerante que anunciaba la no violencia y el amor al enemigo; no estuvo expuesto a ninguna responsabilidad política, a diferencia de Mahoma. Éste, por el contrario, tuvo que ser a un tiempo hombre de Estado y general; no retrocedía ante el enfrentamiento armado. Cualquier comparación que no tenga esto en cuenta peca fácilmente de injusta. Más importante es apreciar los logros religiosos de Mahoma. Pues no sólo unificó la Arabia de las tribus y de los clanes, sino que elevó a los árabes a un nivel religioso comparable al de los grandes reinos vecinos. Es indiscutible que a través del Corán el Profeta prestó a innumerables seres humanos de su siglo y de los siglos posteriores una infinita inspiración, infinitos coraje y fuerza para un nuevo inicio religioso. Pero probablemente la diferencia más acusada sea la de la muerte de uno y otro: el Profeta muere como hombre de Estado y general exitoso en brazos de la preferida de sus mujeres; Jesús de Nazaret, abandonado por Dios y los hombres en la cruz. Esto último es tan grave que los musulmanes apenas pueden dar crédito. Es en la cruz donde la fe cristiana reconoce -a la luz naturalmente de la resurrección- lo más profundo del mensaje cristiano.

-El papa Ratzinger se preguntó en su reciente viaje a Polonia dónde estaba Dios cuando el Holocausto, cuando Auschwitz. ¿Qué le pareció esa actitud?

R. En mi libro El judaísmo dediqué un extenso capítulo al complejo aspecto teológico de la cuestión del Holocausto. No era fácil, para un Papa alemán que en su juventud vivió la experiencia de la dictadura nacionalsocialista, esta decisión de ir a Auschwitz. Algunos esperaban que con esa ocasión el Papa hiciese un dramático reconocimiento de las culpas de la Iglesia católica y, sobre todo, que hablase del ostensible fracaso de Pío XII en tiempos del nazismo. Pero también podría defenderse la idea de que, precisamente en este lugar del horror, más que las grandes declaraciones, lo ajustado era el rezo silencioso, pronunciar pocas palabras y conversar con algunos de los supervivientes. Aprecio en este Papa el hecho de que no aproveche cualquier ocasión para presentarse de forma espectacular….

Descanse en paz.