El pasado 18 de julio ocurrió un incendio en la afamada catedral gótica de San Pedro y San Pablo de la ciudad de Nantes, Francia; el fuego no provocó daños estructurales graves en el templo, pero sí grandes pérdidas materiales. Por ejemplo el fuego destruyó el gran órgano del siglo XVII, hizo añicos varios vitrales, una vidriera del siglo XV y un cuadro de Hippolyte Flandrin del siglo XIX.

Afortunadamente 104 bomberos controlaron las llamas. 

De inmediato, vino a nuestra mente los daños que sufrió la catedral de Notre Dame en París, en abril de 2019.

¡Nada que ver, por fortuna!

“Después de Notre-Dame, la catedral de San Pedro y San Pablo, en el corazón de Nantes, es presa de las llamas. Apoyemos a nuestros bomberos que toman todos los riesgos para salvar esta joya gótica de la ciudad”, tuiteó entonces el presidente francés Emmanuel Macron antes de que el fuego fuera controlado.

Seis días después, el sábado 25 de julio, la gendarmería francesa obtuvo la confesión del autor de incendio; se trata de un ruandés refugiado en Francia de nombre Emmanuel. Es católico, tiene 39 años y se le acusa del delito de destrucción y degradación por medio de incendio.

Enfrenta a una posible condena de 10 años de prisión y el pago de 150 mil euros de multa.

El detenido había llegado a Francia en el año 2012 y fue acogido en la diócesis y se le dio un empleo como ayudante en la catedral, a veces fungía como monaguillo.

La diócesis de Nantes desea que se haga toda la luz y confía en la justicia, y para no interferir en la investigación judicial, no hará ningún comentario.

 Quentin Chabert, abogado del detenido, explicó al diario Ouest-France que su cliente lamenta los hechos y dice estar atormentado por el remordimiento.

El incendio de la catedral de Nantes se produjo un año y tres meses después del de la catedral de Notre Dame de París, un siniestro que conmocionó al país y al mundo entero, dado el valor arquitectónico de esta joya del gótico.

El Estado participará en la reconstrucción, prometió el primer ministro francés Jean Castex, quien se desplazó a Nantes para felicitar a los bomberos el día de la tragedia.

La catedral de Nantes ya había sufrido daños en un bombardeo en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, y en otro incendio en 1972.