La mañana del lunes 8 de julio de 2019, en el sexto aniversario de su visita a Lampedusa, el Papa Francisco celebró una misa por los migrantes y las personas que los ayudan cada día en todas partes del mundo.

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En la basílica de San Pedro, el Sumo Pontífice subrayó que los migrantes son, antes que nada, personas:“¡No se trata sólo de cuestiones sociales o migratorias! No se trata sólo de migrantes, en el doble sentido de que los migrantes son antes que nada seres humanos y que hoy son el símbolo de todos los descartados de la sociedad globalizada”.

¿Qué es Lampedusa?

Una pequeña isla de tan sólo 20 kilómetros cuadrados de Italia situada entre Europa y África que, recientemente, por su situación geográfica, se ha convertido en un lugar de acogida de migrantes y refugiados procedentes de África, Oriente Medio y Asia. Ahí se encuentra un centro de recepción de estas personas que funciona desde 1998 como un espacio para dar asilo a aquellos que escapan de las guerras, los conflictos y la pobreza y que ha albergado a numerosas personas a lo largo de los dos decenios recientes.

El 3 de octubre de 2013 tuvo lugar en ese lugar una gran tragedia. Una embarcación que había partido del norte de África en dirección a las costas europeas, se hundió con al menos 518 inmigrantes procedentes de Somalia y Eritrea y dejó 366 muertos, 155 supervivientes y un número indeterminado de desaparecidos.

Otro naufragio con gran número de víctimas se registró el 26 de diciembre de 1996 al sur de la isla italiana de Sicilia, al hundirse un barco con más de 280 inmigrantes indios, paquistaníes y cingaleses a bordo. Los restos del naufragio fueron localizados en aguas internacionales en junio de 2001, a 108 metros de profundidad.

El 8 de julio de 2013, el Papa Francisco viajó a Lampedusa, donde celebró una misa, arrojó una corona de flores al mar y rezó por los numerosos migrantes muertos en las travesías.
Seis años después celebró una misa privada en la basílica de San Pedro, en la que sólo participaron 250 personas, entre migrantes, refugiados y aquellos que se han comprometido para salvar sus vidas.

Los asistentes fueron invitados por la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, al cual el Santo Padre ha confiado la preparación del evento.

No hubo reporteros por petición del líder religioso para que la celebración “lo más posible un momento de recogimiento, en recuerdo de todos los que han perdido la vida escapando de la guerra y la miseria y para alentar a aquellos que, cada día, se esfuerzan en sostener, acompañar y acoger a migrantes y refugiados”.

“En este sexto aniversario de mi visita a Lampedusa, pienso en los “últimos” que todos los días claman al Señor, pidiendo ser liberados de los males que los afligen. Son los últimos engañados y abandonados para morir en el desierto; son los últimos torturados, maltratados y violados en los campos de detención; son los últimos que desafían las olas de un mar despiadado; son los últimos dejados en campos de una acogida que es demasiado larga para ser llamada temporal. Son sólo algunos de los últimos que Jesús nos pide que amemos y ayudemos a levantarse”, exclamó el Pontífice durante su homilía.

Francisco lanzó un llamado a todos los fieles católicos “en el espíritu de las Bienaventuranzas, estamos llamados a consolarlas en sus aflicciones y a ofrecerles misericordia; a saciar su hambre y sed de justicia; a que sientan la paternidad premurosa de Dios; a mostrarles el camino al Reino de los Cielos”.

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