Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México, Foto: Arquidiócesis Primada de México

Todo cambio genera controversia. Críticas y alabanzas no se hacen esperar ante la mínima modificación que se ejecuta en una institución del tipo que sea. Lo vemos en la misma familia cuando los padres dicen: “a partir de tal fecha no se podrá llegar esta casa más tarde de la hora prescrita”. De inmediato, los hijos comienzan a protestar porque se sienten coartados en su libertad de llegar cuando les plazca. Por otro lado, la mamá estará encantada porque llegando todos a la hora indicada podrá descansar tranquila de que todos estén bien. Si esto sucede en una familia, ¿qué no sucederá en una institución como es la Iglesia?

Con llegada del Papa Francisco comenzaron aires de cambio en las estructuras de la misma Iglesia y, en concreto, dentro de los mismos muros del diminuto Estado vaticano.

Unos lo alaban; otros lo “condenan”. Lo alaban aquellos que con visión de futuro ven la necesidad de revocación en muchas de las estructuras eclesiales ya caducas y que no responden a los nuevos contextos del mundo actual.

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Los adversarios, mas no “enemigos”, de los cambios responden en muchas ocasiones a añejos privilegios que adquirieron con el tiempo y con los nuevos aires del cambio ven que se les “esfuman”.

Es como una dialéctica que se da al interior del ser humano: por un lado quiero cambiar, pero por otro estoy tan anclado en mi pequeño mundo de confort que no quiero mover un ápice para que todo siga igual. No llegamos a entender que si no hay cambio no hay vida.

La Arquidiócesis Primada de México está en un proceso de renovación para responder, concretamente, a “un cambio de época o cambio cultural”, como se le suele llamar.

Desde los tiempos del cardenal Ernesto Corripio Ahumada se hablaba de cambios y de dividir a la arquidiócesis en otras diócesis con el fin de atender mejor a la grey religiosa. Aquel proyecto no se llevó a cabo por múltiples causas que no viene al caso exponer en esta breve reflexión.

Durante el período del cardenal Norberto Rivera Carrera se congeló el proyecto de división de la Arquidiócesis y se llevaron a cabo cambios estructurales creando ocho zonas pastorales y poniendo al frente de ellas a un obispo auxiliar que, en coordinación con el Arzobispo, realizaban proyectos pastorales que no siempre respondían a la realidad. A veces eran más bien proyectos de papel más que de acción.

Las ocho zonas pastorales o vicarías, como se les solía llamar, prácticamente funcionaban como pequeñas diócesis donde el obispo auxiliar tenía potestad para gobernar a su antojo y hacer cambios según su conveniencia.

En definitiva, la identidad sacerdotal arquidiocesana se fue perdiendo en beneficio de las propias vicarías. Un ejemplo muy concreto: si se le preguntaba a un sacerdote a qué diócesis pertenecía, casi nunca decía que a la Arquidiócesis de México, sino que a una determinada vicaría. En pocas palabras la identidad sacerdotal arquidiocesana se había perdido.

No se han de escatimar otros beneficios que figuraron con esa forma de gobernar. Sin embargo, se sobrepusieron estructuras y se burocratizó demasiado el trabajo pastoral. Asimismo se fueron formando grupos de sacerdotes y laicos que fácilmente entraban en confrontación unos con otros.

Hace un año y medio, aproximadamente, fue nombrado por el Papa Francisco el Cardenal Carlos Aguiar Retes, hasta entonces arzobispo de Tlalnepantla. Su llegada creó muchas expectativas en una buena parte del clero y de los mismos ciudadanos de la capital.

De entrada, se dio a la tarea de revisar las instituciones y estructuras de la Arquidiócesis, comenzando por el seminario donde se renovó a todo el equipo de formación, desde el mismo rector. Esto significó cambiar la forma de educar a los seminaristas que hasta ahora vivían en un edificio sin mayor contacto con el mundo real. Terminaban sus estudios satisfactoriamente, pero sin experiencia de la vida.

De ahí que por grupos fueron a vivir a algunas parroquias y a la mitad de sus estudios deben hacer un año, así llamado, de “confrontación”. Durante este año deben buscar trabajo y vivir por su cuenta o con su familia y conocer el mundo, al tiempo que se les da un acompañamiento por parte de sus superiores. Se busca que un sacerdote después de su ordenación conozca lo que es la vida y lo que cuesta ganarla.

Foto: Arquidiócesis Primada de México
Foto: Arquidiócesis Primada de México

Los críticos y los que se vieron fuera del proyecto enseguida comenzaron a “vociferar” y con toda clase de argucias querían boicotear el plan trazado. La evaluación de los jóvenes seminaristas viviendo en parroquias, hasta ahora, es positiva y aprecian la experiencia como muy buena.

De ahí, el Cardenal Aguiar se dio a la tarea de hacer una reingeniería de la administración, ya que se sobreponían estructuras y ocasionaban lentitud en los procesos y costos innecesarios que se podían evitar.

No ha sido fácil este camino, pero los pasos dados están dando ya sus frutos. También aquí el Cardenal ha tenido muchas críticas de los “adversarios”, porque lo tildan de “dinerero”, algo que está muy ajeno en su vida y, más bien, parece “monje trapense” en su estilo de vivir.

Desde que llegó Carlos Aguiar Retes a la Arquidiócesis pensó en la necesidad de desmembrar el territorio diocesano en tres nuevas diócesis: Azcapotzalco, Iztapalapa y Xochimilco. Para ello manejó varios criterios:

  1. La necesidad de que el pastor esté más cerca de su grey. Una diócesis con casi 10 millones de habitantes la hace imposible de conocer de cerca sus problemas y su gente. No son tiempos de presumir de tener la arquidiócesis más grande del mundo. Se trata de atender espiritual y pastoralmente a los feligreses.
  2. Tomar en cuenta la idiosincrasia de los pueblos, principalmente los originarios. Tenemos culturas y costumbres muy diferentes en la ciudad, sobre todo en las zonas conurbadas. La religiosidad y manifestaciones culturales unen a los pueblos y los caracteriza en sus costumbres.
  3. Ya se mencionó la identidad sacerdotal. Un sacerdote es parte de una comunidad. En ella se desarrolla y crece, al tiempo que se da a conocer en su grupo y en su presbiterio. Una diócesis con más de 2 mil sacerdotes es difícil que se conozcan.
  4. El obispo podrá más fácilmente visitar las parroquias y la marcha de los proyectos pastorales diocesanos.

Así, se podrían enumerar otras ventajas de esta división. Sin embargo, nos extenderíamos demasiado. Las diócesis recién creadas seguirán participando de los programas y proyectos de la misma Arquidiócesis de México. Tendrán un mismo seminario, los servicios de seguridad social, etcétera.

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En fin, ¿qué gana y que pierde la Arquidiócesis? Como se ha dicho, gana todo, porque como un padre o una madre, deja que sus “hijos” crezcan y se desarrollen. Cada quien con sus características. Siempre serán hijos de una familia y esta familia es María de Guadalupe que une a todos.